A continuación, otro de los escritos de los sancarlinos Sebastián Quiroga y Sergio Salinas, quienes recorren diferentes países de América Latina, imprimiendo en sus letras las experiencias vividas.
Desenchufarse para escribir
Me faltan manos para meterlas en la hoguera, hasta me incluyo con traje y postura. Más allá de eso me parece que nos sentimos bobos, hipnotizados y perdidamente amigos de la televisión, esto como primera medida de duelo real. Incrédulamente nos mienten a diario, nos colocan una venda en los ojos ¡nos lo venden! Nos encasillan en su cuadrilátero Full HD. ¿Nosotros queremos? y así el dolor es más perdurable a los minutos que nos come las pausas publicitarias.
Pensamos en tener un control total de la realidad, pero es ficticio. Los días verdaderamente nos son canales que dan zapping a gusto, menos una saga de películas de terror. Más bien guarda una relación directa con un documental independiente del propio accionar deteriorado y arredrado que llevamos.
¡Despertemos! Basta ya de sensibilizarse con los productos televisivos ¡Basta de ser pasivos, consumistas y sociables de los aparatos electrodomésticos! Hay demasiadas razones por la cual respirar calle, comer música y dialogar frente a frente con demás seres humanos. Por favor, que no nos duerma el color de la imagen, que no quedemos sedados por los sonidos subliminares de pavura, por la individualidad que entre tanto el neoliberalismo nos propone.
Busquemos libros, participemos de proyectos comunitarios, incorporemos cultura artística, escuchemos a los abuelos, juguemos y sonriamos como niños y niñas que no tienen play station. Tratemos de recordar que los cumpleaños son una resta a la vida en la tierra, que a mayor edad uno aumenta la experiencia humilde de transmitir cuentos fabulosos. Que van cargados de sentimientos y mensajes en forma de semillas a las nuevas generaciones.
No detenernos ni congelarnos, al contrario, proponernos a escribir lo que sea. Bien, mal, con horrores de redacción, con errores de ortografía ¡no importa! Las letras pensadas se inmortalizan en la cien de quienes se tomen medio tiempo para leerlas, reflexionarlas y contarlas a otros más. Animarse y soltar temores de correctores públicos, de maestros en literatura. Manchar y decolorar las hojas del libro que cada quien tiene en esta corta prorroga caminada. Este bendito tiempo que reducimos por excesos de trabajos, y de minutos pegados a las pantallas rectangulares del siglo XXI.
Animarnos a escribir ensayando o solo mover la mano como un baile poético. Da igual, al fin de la cuerda queda el nudo que trataremos de desenredar con amor y paciencia, con entretenimiento y picardía, sin tutoriales de internet. Pero ante todo, ¡hacer algo, es la idea!
Café , en Manizales – Colombia (3 ajedreces y una lluvia)