A Delia Rosas siempre le gustó estudiar, pero sólo pudo terminar la primaria ya que su mamá no la dejó seguir. Una vez criados sus nueve hijos llegó a la facultad y el martes presentó su tesis luego de 13 años de carrera.
Que cuando se quiere se puede es casi una certeza. Y sobre todo cuando se trata de cumplir con un anhelo de toda la vida, de una pulsión interna que lleva a sortear cuanto obstáculo amenace con interponerse. La de Delia Rosas de 75 años es una historia de ésas.
De mujeres fuertes, valientes, que saben lo que quieren. Luego de 13 años de caminar los pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, presentó su tesis y se convirtió en Licenciada en Trabajo Social.
Es humilde, sencilla y comprometida. Fue sin dudas un gran esfuerzo, pero con su tesina en la mano, ayer en diálogo con Los Andes, aseguró sentirse muy feliz. No es para menos, no sólo por el logro en sí, sino que además tiene un promedio de 8.40 y sólo fue desaprobada tres veces en primer año, lo cual atribuye a su inexperiencia en el ámbito académico.
“Me siento muy feliz de haber superado los muchos obstáculos que tuve, especialmente la salud que no ayudó mucho”, dice conforme.
Es oriunda de San Rafael y siempre le gustó estudiar. Pese a que su sueño era ser maestra no pudo concretarlo y sólo terminó la primaria en la escuela Saturnino de la Reta de La Llave. Recordó que una maestra en sexto grado le ofreció llevarla a vivir con ella para que siguiera estudiando, pero su mamá no quiso. “Ella era viuda y no tenía los recursos para eso, tampoco la mentalidad”, contó.
Así fue que sin siquiera haber sido consultada a los 13 años la anotó para trabajar en una fábrica. Luego se casó y tuvo 9 hijos, se dedicó a criarlos, a los quehaceres domésticos y a trabajar en un comercio de la familia. “Durante todos esos años no pensé más en estudiar”, recuerda.
Una de sus hijas, Verónica (44) aseguró que para ella siempre fue importante el estudio y que todos sus hijos estudiaron. “No es una madre común, siempre habló de temas políticos y sociales”, dijo.
Verónica consideró que criados los hijos se dio cuenta de que esa pasión también tenía que ser para ella. Así fue que a los 54 años comenzó la secundaria en un CENS.
Otra de sus hijas, Guadalupe (49) relató el impacto que significó para ella verla un día en la institución portando la bandera -de donde logró ser primera escolta- en medio de tantos jóvenes.
A los 61 años, tomó la decisión de comenzar la facultad. Relató que eligió Trabajo Social porque siempre tuvo interés por cuestiones sociales, ya tenía una hija recibida y otra cursando la carrera.
Todavía vivía en San Rafael, por lo que se trasladaba para cursar en el predio de la UNCuyo en Capital. Venía los martes y se volvía los jueves para atender a su marido. “Siempre se las arregló sola, venía a cursar y a horas de consulta y se tomaba sola el micro”, dijo Verónica.
Guadalupe mencionó que “de sólo pensar que tenía que venir a la facultad y movilizarse en micro a mí ya me parecía un gran esfuerzo, pero ella venía feliz. Después volvía a la casa y era el ama de casa de siempre”.
Delia contó que para no afectar el presupuesto familiar presentó un proyecto social al banco Credicoop para dar clases de Ciudadanía en algunas escuelas, fue aprobado y a cambio logró que le pagaran los pasajes de colectivo durante dos años. Luego se instaló en Mendoza junto a su esposo.
Delia reconoce que no fue fácil ya que siempre aparecen complicaciones. Su esposo no estaba muy de acuerdo con el asunto, consideraba que no tenía mucho sentido a “esta edad, que tenía que dedicarme a juntarme con amigas o hacer viajes de turismo con la gente del Pami”; sin embargo, destaca que siempre la acompañó.
Nunca dejó de trabajar, cerraron los negocios en San Rafael cuando decidieron vivir en el Gran Mendoza y acá abrieron un nuevo comercio. También cuidó de una nietita que nació prematura para que no la dejaran en el jardín.
“Los profesores nunca me regalaron nada y los estudiantes me saludan siempre con alegría y me dicen que soy un ejemplo”, asegura.
Una familia orgullosa que la aplaude
Tan orgullosa está la familia de Delia de su logro que ayer por la tarde se reunieron todos, hijos y nietos para sacarse una foto frente a la facultad.
Entre abrazos de pequeños y aplausos de los mayores se fotografió orgullosa con la carpeta de la tesis entre las manos.
“Es un ejemplo a seguir, como siempre lo fue”, aseguró Pablo (20), su nieto mayor. “Te deja shockeado porque yo cuando era más chico le decía que dejara, que no le servía para nada y verla ahora cumplir su sueño es una gran alegría”, agregó.
La misma sensación tienen sus hijas que, sin embargo, sostienen que han vivido el proceso con la misma naturalidad con que ella tomó siempre su apego al conocimiento. “Sabemos que era su gran sueño y la vemos siempre con admiración porque tiene una mente brillante”, dijo su hija Verónica.
Guadalupe, en tanto reconoció que cuando sus hijos terminaron de estudiar, llegó el tiempo de comenzar a hacer su vida.
Todos coincidieron en destacar que nunca dejó de atender las otras responsabilidades adquiridas. “Hizo todo, tuvo a sus hijos y los cuidó, trabajó y se ocupó de la casa”, subrayó Pablo.
Verónica también relató que mientras cursaba la carrera hizo un curso para aprender a enseñar costura, lo que habla de su instinto de superación y su compromiso con la transmisión de conocimientos.
El futuro docente
Delia no piensa quedarse con el título colgado en la pared. Por el contrario, elaboró su tesis con la intención de que confluyan su carrera con su amor por la docencia. “El trabajo social y la construcción de ciudadanía emancipada en el nivel secundario”, tal su título, apunta a ello. “Mi idea es dar talleres en las escuelas, es lo más adecuado para mi edad”, indicó.
Explicó que la ciudadanía emancipada es una visión de participación y de cambio de la sociedad, de conjunto del otro diferente, pero igual.
“Lo que necesitamos es tener una conciencia crítica de la realidad, cuestionar y enseñar eso a los jóvenes para que sepan discernir”, apuntó.
Justamente eso es lo que muestra su trabajo, un ojo crítico sobre la realidad que observa, los excluidos del sistema y los explotadores. Tiene fe en los jóvenes y por eso apuesta por ellos.
Fuente: Diario Los Andes