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Canción de amor de Ulises para la reina militante

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Reina  militante (foto MDZ)Resulta que saliste reina, muchacha, y ahora que la poderosa institucionalidad mendocina te ha señalado con el índice para que conferirte una supuesta divinidad, comprobarás que este juego de la princesita que te enseñaron desde niña viene en serio. Podrás, al final del “mandato” comprar o no la marquesina, quedar más o menos pegada con esto de la fábula de Cenicienta, todo dependerá de la eficacia en que cumplas con las reglas, que apuntan –te guste o no– a apegarte al hecho de la femineidad, para ellos, es una forma de la obediencia.
A ver, señorita, aquí te va la lista de lo que –requerimientos más, requerimientos menos– se espera de vos: Quieren que te creas la fábula, como si azul fuese tu sangre y de oro tu morada. Quieren que dejes de mostrarte como sos, que ocultes naturalidad con protocolo, que parezcas a una especie de virgen flotando a un metro del cuero planetario. Quieren, ahora, que te olvides de buena parte de vos misma, que seas una Barbie cuyana hablando bonito del vino y las montañas. Quieren, de hecho, que no digas casi nada: que te vistas elegante y que guardes las formas, determinadas formas. Quieren que carezcas de opinión. Quieren que no menstrúes, que no hagas popó y, mucho menos, que te embaraces. Quieren que luzcas, en un punto, como muñequita de torta. Quieren que parezcas lo más alejado posible de una mujer posible. Quieren, al fin y al cabo, que seas carne de un símbolo y los símbolos, para ellos, son pensamiento y obra detenidos, pasado perfecto, escultura de piedra. Y yo te digo, en esta modesta canción de amor, que no a todos les importan tus vestidos, zapatos, cetros y coronas, maquillaje y pasatiempos, vinos y lugares preferidos y que, de hecho, tampoco alterará los debes y haberes de la balanza que, siguiendo la moda, consideres tu hombre favorito al papa Francisco.

Sé mujer, si acaso te resulte posible, lo que sos: belleza, equivocación, entereza, contradicción, cobijo, fortaleza, debilidad, compromiso y militancia.

Así, tal vez, mucho festejaremos incluso que se cacaree ante la sospecha o posibilidad de que vos, flamante Reina Nacional de la Vendimia, Sofía Haudet, milites o no en una agrupación política. Realmente, te digo, hay muchos mendocinos a los que no hay reina que les venga bien. ¿Cómo es posible que haya quienes cuestionen a una reina porque –tal vez– milite en una agrupación política? Ojalá milites, Sofía, en la Güemes o en la Cámpora o donde quieras. Ojalá abundaran las reinas militantes.

Las mayores transformaciones sociales han venido, vienen y vendrá, al menos hasta nuevo aviso, de manos de la política, esa fenomenal herramienta de transformación comunitaria, genuina, inclusiva y superadora. ¿Te dicen que hay chantas, que hay corruptos, que hay vagos, que hay acomodos y preferencias, que hay inútiles? ¡Claro que los hay!, como en toda manifestación humana: abundan en el periodismo, la curia, el empresariado, el sindicalismo, las academias, las profesiones liberales y el comercio. No sé si militás, pequeña reina de un desierto grande, pero ojalá milites con el corazón en la mano, ojalá te embarres esos zapatos incómodos, ojalá te duela en el pecho todo lo que duele, ojalá te enojes y putees y te rebeles, ojalá digas lo tuyo con todas las letras, ojalá rompas las formas y construyas los contenidos, ojalá te impliques hasta el cogote y, dentro de un año, al irte, y dejar a un costado esa corona fría, ojalá dejes este lugar más bello de cómo lo encontraste.

Eso será militancia.

Ulises Naranjo.