¿Qúe es el Fracking?
La fractura hidráulica, más conocida por su término anglosajón fracking, es una técnica de extracción de gas y petróleo de yacimientos no convencionales, generalmente de formaciones de esquistos (shale), arenas compactas (tight sands) y mantos de carbón (coalbed methane). Estas formaciones geológicas se ubican a varios miles de metros de profundidad y para acceder a ellas se debe perforar hasta la formación que alberga los hidrocarburos, empleando una técnica de perforación mixta. En primer lugar, se perfora verticalmente y posteriormente se continúa de forma horizontal, a lo largo de varios kilómetros.
Los yacimientos no convencionales donde se utiliza el fracking son formaciones poco permeables y compactas, en las que los hidrocarburos se encuentran dispersos. Para liberarlos se debe fracturar la roca inyectando millones de litros de agua a alta presión (98%), mezclada con arena y una serie de aditivos químicos (2%); la cantidad de litros varía en función de la cantidad de fracturas que se realicen por pozo. Esto posibilita que los hidrocarburos asciendan a la superficie junto con parte de la mezcla inyectada, denominada reflujo (se recupera una cantidad que varía entre un 9 y un 35%). El resto queda en el subsuelo.
Impactos
El fracking conlleva una serie de impactos socioambientales a corto y largo plazo:
El agua inyectada para la fractura puede alojarse en fallas geológicas, produciendo la lubricación de las placas e incrementando la actividad sísmica. De hecho, en Lancashire (Inglaterra) y en Ohio (Estados Unidos) se han paralizado las prospecciones y explotaciones al notarse un aumento de los terremotos en la zona en la que se fractura. Del mismo modo, en Holanda, la opinión pública está en contra de los pozos que se están fracturando cerca de la ciudad de Groningen, al noreste del país, ya que se están registrando varios temblores que oscilan entre 2 y 3,4 grados de magnitud en la escala de Richter.
El 90% del gas natural se compone de metano, un gas con un potencial de efecto invernadero 21 veces superior al del dióxido de carbono. Los últimos estudios realizados apuntan a que la apuesta por la explotación de los hidrocarburos no convencionales agravaría el problema del cambio climático ya que libera una mayor cantidad de metano a la atmósfera.
A esto hay que añadir el desplazamiento de los camiones que transportan todos los insumos y logística necesarios para la fractura, que supondría un aumento de las emisiones indirectas de gases de efecto invernadero.
El fracking implica un aumento de la ocupación del territorio, respecto de la explotación convencional, en detrimento de otros usos de la tierra. Cada locación para la perforación de pozos abarca entre 1,5 y 2 hectáreas, pero además, supone la apertura de nuevas carreteras y la construcción de infraestructura (tanques de almacenamiento, plantas deshidratadoras, gasoductos, etc).
El caso paradigmático de contaminación del aire en zonas cercanas a pozos de fracking es el de la ciudad de Dish, en Texas, en la que, tras un estudio se descubrió una cantidad de benceno (agente cancerígeno) muy superior a lo permitido. La contaminación del aire puede deberse bien a la evaporación proveniente de las piletas donde se almacenan las aguas residuales o por fugas en los pozos de gas y tuberías, que contribuyen a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero.
En 2011 un informe de la Casa de los Representantes de Estados Unidos dictaminó que de los 2500 productos empleados en la fractura hidráulica, más de 650 contienen químicos potencialmente cancerígenos. Esto pone en riesgo las aguas subterráneas y superficiales ya que la ‘sopa química’ que se inyecta durante la fractura puede filtrarse por problemas de cementación de las cañerías o migrar más allá de la formación geológica que se pretende intervenir, también derramarse durante su manipulación en superficie o tratamiento y disposición inadecuada de las aguas residuales.
El gobierno de Neuquén estima, por ejemplo, que por cada pozo se utilizarán 20 millones de litros de agua en el proceso de fractura.
Fuente: ASF