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Arturo Pardo, artísticamente filósofo y natural

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Mariana Santarossa

Arturo Pardo es un vecino de la zona de “El Cepillo”; al oeste del departamento de San Carlos vive en su casa naturista junto a su esposa Teresa y su hija Fabiola. Arturo es un luthier y en una charla con “El Cuco” el artista cuenta sobre su gran vocación.

La historia de Arturo comienza desde la cuna. Su madre y su padre eran músicos y siempre estuvo rodeado de instrumentos, música y conversaciones que lo influenciaron desde chico. Cuenta que llegó a su vocación no porque lo haya decidido así, sino porque fueron sus amigos músicos quienes lo obligaron a que mejore algunos instrumentos. “A mí no me cerraba el sonido de una guitarra y les decía a mis amigos (…) ellos me dijeron que si no me gustaba hiciera una con el sonido que quería”.

Así, averiguando poco a poco fue como Arturo descubrió una lógica que le transformaría la vida, el número de oro, la fórmula exacta para fabricar instrumentos.

Según narra, le llamó la atención la forma espiralada del clavijero de un violín porque no era algo necesariamente vinculado al instrumento sino algo que el creador había hecho de una manera particular por alguna razón. Tenía un mensaje oculto.

De este modo, investigando entre literatura filosófica sobre la “espiral progresiva” dio a parar con el teorema de Pitágoras como explicación. “Me educaron los griegos, ellos inventaron el violín y crearon una lógica que tiene que ver con mi descubrimiento. El teorema de Pitágoras explica que hasta el universo tiene forma de espiral, todo se puede ver de forma espiralada. Si el sol sale de un lado es imposible que vuelva a salir por el mismo lugar por la continuidad. Por esto el griego talló así el clavijero”, afirma.

Esta teoría tiene que ver con la fabricación geométrica porque le sirve para calcular el tamaño de los cuerpos. Asimismo musicalmente se le adjudica a Pitágoras el descubrimiento de las leyes de los intervalos musicales. Pero, ¿cómo es posible?

Arturo es dueño de su fórmula y  asegura que es única porque no ha visto instrumentos que se asemejen en su elaboración. Aunque no puede revelarla, da algunas pistas y expresa: “Todo tiene que ver con todo. Aplicamos el teorema usando la constante del número de oro que a la vez influye sobre la octava musical”.

El artesano guarda su secreto y entre guitarras, violines, pianos y unos mates pasajeros en su taller hace sonar tres guitarras con características diferentes. “Ves, ese sonido se logra con un cálculo matemático” le dice a su entrevistadora mientras conversa sobre su relación con músicos de la zona, quienes tienen la suerte de poseer un instrumento hecho especialmente para ellos.

“Conozco a “Los Igualitos” que se han perdido hace tiempo porque querían comprarme una guitarra y yo no quiero venderla porque no es adecuada al sonido que ellos necesitan” comenta sabiamente. Seguidamente el artesano revela que tiene como futuro proyecto crear un bajo que en su sonido no se distorsione y suene como él cree que debería sonar. “He escuchado algunos bajos y pareciera que suenan como latas. Se fabricaron los amplificadores que logran limpiar ese sonido metálico pero el problema sigue siendo del instrumento” adelanta el filósofo mientras se dispone a observar la espiral tallada a mano de un clavijero de un violín que pronto obtendrá un sonido producido por “cuenta propia”.

La entrevista termina pero su historia se perpetúa. Arturo “Preche” lleva una vida naturista que se vincula rotundamente con su descubrimiento filosófico. Junto a su familia lleva una vida sana y macrobiótica; siembran sus alimentos, crían a sus animales y viven tranquilamente disfrutando de crear artesanías, que como las que hace su hija Fabiola con arcilla de la zona, plasman y transmiten diferentes marcas de culturas originarias.