Entrevista a Medardo Ávila, coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados de Argentina.
Tienen ustedes muchos trabajos de investigación que muestran la relación entre el glifosato, el cáncer y las malformaciones. El último, el de Campo Maíz, es especialmente claro ¿Cómo lo realizaron y qué resultados han obtenido?
En octubre de 2014, docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba fuimos a hacer un estudio de contaminación a Monte Maíz con un equipo de médicos, geógrafos e ingenieros químicos a petición del alcalde y de una asociación de vecinos. En Monte Maíz, un municipio de 8.000 habitantes, el alcalde es un médico que tiene cáncer. Los geógrafos hicieron un mapeado del municipio identificando donde estaban las antenas, los depósitos de agroquímicos, los depósitos de agua, las fábricas, etc. Los médicos, unos 40, entre docentes y estudiantes de medicina del último año, fuimos casa por casa realizando una encuesta de salud a 5.000 habitantes. Y encontramos tres veces más casos de cáncer que en la ciudad de Córdoba o en todo el país, tanto en incidencia, los nuevos cánceres por año como en prevalencia, número de enfermos de cáncer por cada 100.000. Según las estadísticas de toda la población argentina tendríamos que haber encontrado en esa población, 13 nuevos casos de cáncer en 2014 y encontramos 34. En cuanto a la prevalencia de cáncer, Argentina tiene 700 casos cada 100.000, y en Monte Maíz encontramos una prevalencia de 2.200 casos por cada 100.000 habitantes. Hicimos por supuesto las correcciones pertinentes teniendo en cuenta el consumo de tabaco y la edad de la población. Y nos seguía dando que no era un problema de la estructura de población de Monte Maíz ni de sus hábitos, de hecho es más frecuente que las personas jóvenes enfermen de cáncer en los pueblos fumigados mientras que en las ciudades son los más mayores los que padecen cáncer. El tabaco nos dio una relación estadística neutra, hasta un poco negativa: es decir, entre los fumadores había casi menos incidencia del cáncer que entre los no fumadores. La exposición a glifosato a través de fumigaciones aéreas y terrestres -mediante unas máquinas muy grandes que se llaman mosquitos- rompe todos los patrones esperados. En los pueblos el nivel de contaminación es muy alto, el alcalde tenía registrados tres depósitos de agrotóxicos y nosotros encontramos 23 depósitos.
¿Disponéis de datos en sobre el consumo de agrotóxicos en Argentina?
Sí. Una cosa importante que hay que decirle al mundo es que nosotros tenemos este modelo agrotóxicos y semillas transgénicas desde el año 1996 y hemos visto como año a año se usan más agroquímicos. Desde el 92 hasta aquí, el consumo de agrotóxicos ha aumentado en un 800%. En el 92, se consumieron 34 millones de litros de agrotóxicos y en 2013 se han consumido 317 millones de litros. En la misma hectárea de tierra en 1996 se utilizaban dos kilos de glifosato por hectárea y ahora se están arrojando 12 kilos porque las plantas se hacen resistentes. Conforme aumenta el consumo de agrotóxicos nosotros vemos cada vez más gente enferma y por otro lado los alimentos que exportamos, que le vendemos a Europa y a China, van con más residuos de pesticidas.
¿Qué tipos de cánceres encontrasteis en Monte Maíz?
No encontramos una localización que prevalezca. Los cánceres que hay son los más comunes: pulmón, mama, próstata, colón. Los de páncreas están muy aumentados y el de tiroides también. Como nosotros estudiamos muchos pueblos, vemos que en algunos pueblos prevalecen los cánceres de huesos, sarcomas, cáncer cerebral. En algunos años hay muchas leucemias.
Y qué nos puede decir de las malformaciones y abortos
Efectivamente ese es otro de los grandes efectos porque el glifosato es mutágeno. Yo soy neonatólogo y lo veo con claridad. Se me llena la sala de niños malformados y vienen todos de pueblos fumigados. Las malformaciones aumentan mucho y de todos los tipos: el síndrome de Down, la enfermedades cromosómicas, las enfermedades del corazón, de miembros, del sistema nervioso, etc. La misma distribución que se daba pero muy aumentada. Si lo normal es un 2% de malformaciones en los pueblos fumigados nosotros nos encontramos, el 6% o el 7% algunos años. Esto la gente lo vive como un drama porque es un drama. Los médicos del lugar que atienden a estas poblaciones desde hace muchos años te dicen: “acá esto no pasaba, nunca teníamos un niño malformado y ahora todos los años tenemos varios”. Además hay lugares donde tienen más abortos que partos. Al principio no le dábamos importancia pero empezamos a ver que era muy frecuente: la tasa de abortos espontáneos es de 0,6% por año, es decir, el 0,6% de mujeres en edad fértil pierden un embarazo por año, nosotros en los pueblos fumigados hemos observado el triple o el cuádruple y a veces de hasta cinco veces más, como pasó en el barrio Ituizangó de Córdoba.
¿Qué ocurre con los trabajadores del campo?
Los trabajadores rurales son los más afectados. En Monte Maíz identificamos a 900 personas que tenían que ver con la producción agrícola, los peones rurales y sus familias, los agrónomos y los que trabajan en las empresas que fumigan. Esas personas tenían tres veces más cáncer que en el resto del pueblo, es decir, seis veces más cáncer que el resto de la población del país. Es una realidad muy dura. A esas personas les pagan muy buenos sueldos pero apenas empiezan a tener síntomas de enfermedad los despiden y ocultan su enfermedad y los resultados. Entre los agricultores se observa muy bien también el efecto de la desigualdad social en salud. Por ejemplo, el caso de una explotación sojera, donde el agricultor principal, que ya no se llama agricultor sino “productor”, tenía cáncer de colon y su nieta de cinco años una leucemia, los dos accedían al Hospital privado más importante de la ciudad de Buenos Aires, el Hospital Italiano. Y ese mismo productor sojero tenía tres empleados, tres peones rurales, los hermanos Torres. Y los tres mueren de cáncer porque ellos no podían ir al Hospital.
¿Qué hacen los sindicatos ante esta realidad?
Nada. Son cómplices de la patronal y están sentados en la mesa con los grandes empresarios sojeros. El sindicato de los peones rurales, es un sindicato traidor, de la derecha peronista y defiende los intereses de las empresas. En el último gobierno de Kirchner se avanzó un poco en la protección de los trabajadores agrícolas, al margen de los sindicatos, pero ahora con el nuevo gobierno de Macri se ha desarticulado lo poco que se había conseguido.
Con la publicación del estudio de Monte Maíz habéis tenido muchas presiones
Sí. Nosotros terminamos de analizar los datos en marzo de 2015 y como era un estudio que nos habían encargado el intendente del municipio y los vecinos fuimos allí a presentar los resultados. Y en ese momento el decano de la Facultad de Medicina de mi Universidad y, después, el Rector de la Universidad Nacional de Córdoba nos presionaron para que les entregáramos a ellos los resultados y afirmando que ellos ya sabrían qué hacer con ellos. Evidentemente no aceptamos, es como si tu le dijeras a tu paciente, bueno ya tengo su diagnóstico, pero no se lo voy a decir, se lo voy a dar mi jefe. Así que fuimos a Monte Maíz e hicimos público el informe de resultados. Eso generó que el decano de la Facultad de Agronomía pidiera nuestra expulsión de la Universidad. Finalmente su petición y el expediente administrativo que nos abrieron no quedó en nada. Era una bravuconada. No han podido con nosotros porque científicamente no tienen argumentos y porque aquí en Córdoba hay un movimiento social y de opinión muy fuerte, con mucho peso en la opinión pública, y no podían sancionarnos por algo que era muy transparente, que no tenía ningún interés económico, que es una acción médica rigurosa.
¿Qué repercusión ha tenido el estudio de Monte Maíz?
Cuando presentamos este estudio, el municipio aprobó una ordenanza municipal con una serie de medidas como sacar fuera del pueblo todos los depósitos de agroquímicos, prohibir la entrada dentro del pueblo de los tractores que fumigan y prohibir la fumigación a mil metros del pueblo. Una serie de medidas interesantes que han levantado en guerra a los agricultores pero han provocado un debate muy interesante y ya hay más de cien pueblos que tiene ordenanzas en ese sentido tanto en Córdoba como en Santa Fe o en Buenos Aires. Los gobiernos locales tienen más dificultad para evitar la discusión. Los gobiernos provinciales y nacionales se hacen los boludos, pero los locales no pueden evitar la crítica ciudadana.
Medardo Ávila es conocido en Argentina por liderar una red de médicos que se está enfrentando a la multinacional Monsanto y a las autoridades de su país al visualizar, con informes médicos, los devastadores efectos sobre la salud que tienen las fumigaciones con glifosato de los campos de soja transgénica. Medardo Ávila es pediatra y neonatólogo y coordina el módulo Determinantes Sociales de la Salud, de la Cátedra de Clínica Pediátrica de la Universidad Nacional de Córdoba.
Fuente: resumenlatinoamericano.org