Lencinas fue el primer sancarlino en convertirse en gobernador de la provincia (el segundo es Alfredo Cornejo). Representaba a las clases populares, a los obreros y a los pobres. Fue el funcionario que reconoció los derechos de los trabajadores mendocinos antes que Perón.
Los Lencinas habitaban en el departamento de San Carlos, frente al Teatro Municipal Neyú Mapú de la Villa Cabecera. La Dictadura Militar se encargó de borrar todo registro de esta familia.
A un siglo de la asunción de José Néstor Lencinas – Por Julio Néstor Lencinas, Coordinador de Carrera. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo.
Hace exactamente un siglo, el 6 de marzo de 1918, el electorado mendocino contribuyó -en el marco de la recientemente creada Ley Electoral de 1912- para que el Dr. José Néstor Lencinas, asumiera el Poder Ejecutivo provincial venciendo a las fuerzas conservadoras lideradas por el Dr. Emilio Civit, ligado a las huestes del roquismo y mitrismo declinantes.
Este hecho no ha pasado inadvertido por los historiadores dado que el cambio introducido por el lencinismo en la vida política provincial, marcó que el conservadurismo -con más de treinta años de permanencia en el poder- cediera espacio a favor de la democratización temprana de nuestra provincia.
La literatura sobre la época coincide en que el antiguo régimen se asentaba en prácticas nepóticas, el voto venal y una suerte de despotismo oligárquico que corrompían el proceso electoral.
En este marco, la Ley Sáenz Peña -de espíritu universal y garante del voto obligatorio y secreto- resultó ser un eslabón más que contribuyó a los dilatados argumentos contra el civitismo basados, entre otros aspectos, en el endeudamiento provincial, el déficit fiscal y el atraso del pago a maestros.
José Néstor Lencinas fue una de las figuras más representativas de la política mendocina. Desde su inicio, abrazó los ideales del radicalismo de Leandro N. Alem, para oponerse activamente a las élites conservadoras que vivían del poder y se concentraban en un régimen oligárquico, que desamparó a los estratos sociales más débiles de la Argentina sin permitirles el derecho al voto democrático y popular.
Durante su gestión, se tuvo en cuenta a las clases desamparadas -como fue el caso del trabajador de la viña- y dio respuestas a sus anhelos permitiendo el ejercicio de derechos largamente postergados.
Esto se evidenció en la implementación de la jornada legal de ocho horas de trabajo, la instalación de dispensarios médicos, el sábado inglés, la ley de pensiones y jubilaciones, la indemnización de accidentes de trabajo y otras iniciativas que por primera vez resolvían las necesidades del pueblo.
Eliminó los obstáculos que impedían a la clase popular llegar a los puestos de gobierno. Con clara visión tomó la bandera de las reivindicaciones obreras e invistió a los dirigentes gremiales de representación. Hizo realidad las promesas y teorías que hasta entonces ofrecían al pueblo.
Así, el lencinismo superó el «eticismo» teórico del yrigoyenismo, con un obrerismo práctico, traducido en una moderna legislación progresista y humana, y en el ejercicio del poder para el pueblo.
También fue un defensor del federalismo, oponiéndose a los intereses del centralismo porteño, concentrándose específicamente en los factores que gravitaban directa e indirectamente sobre el comercio, el transporte y los mercados de consumo.
En ese entonces, la plantación de viñas y la elaboración de vinos constituían la principal fuente de trabajo y riqueza de los mendocinos y de ella derivaban todas las cuestiones de carácter económico y social que afectaban la vida de los habitantes de la provincia.
En este sentido combatió a los grandes bodegueros que imponían el precio, tanto de la uva como del vino, a los pequeños productores. Se trabajó en la unificación de las leyes nacionales y provinciales, proyectó un censo vitivinícola y de cooperativas regionales, además de batallar incansablemente la inconstitucionalidad del impuesto a los vinos.
José Néstor Lencinas, el «Gaucho» Lencinas, fue una figura que generó grandes pasiones en su época, según fuera el juicio de amigos o enemigos. Para estos, fue un demonio, demagogo, usurpador y bárbaro; la expresión del desorden la rapiña y el mal.
Para aquellos, fue un santo, un patriarca y un caudillo; personificación de la bondad, de la hombría y del bien. Desde mi perspectiva, mi bisabuelo supo encarnar las alegrías y dolores más elementales del pueblo. Es allí, entre ese clima popular, donde mejor lo sitúo y donde todavía, para mí, sigue viviendo.
Fuente: Los Andes
Un comentario
Quienes eran los intendentes en los departamentos mendocinos durante el gobierno de N. Lencinas
Los comentarios están cerrados.