Hoy en día, toda nuestra vida se rige por claves y contraseñas. En el pasado, apenas debíamos recordar la secuencia de números que abrían una caja fuerte, si es que la teníamos, y un tiempo después, las tarjetas bancarias nos permitieron sacar dinero de los cajeros automáticos siempre que conociésemos nuestra contraseña. Pero, en el momento presente, y con el auge del internet, nuestra vida se ha llenado de contraseñas con que acceder a nuestros datos almacenados en la nube. Hemos cambiado las paredes físicas por los muros virtuales en un espacio que es de todos, y sólo nuestra propia llave abre el nuestro.
Pero ¿qué es más seguro? ¿Tener una contraseña para cada cosa y olvidarlas todas o tener una para todo, y arriesgarnos a que si alguien la descifra se haga con el control de nuestras cuentas online (y probablemente con todo aquello que almacenemos físicamente bajo una contraseña)? Ante el dilema de tener que recordar cientos de contraseñas, muchos prefieren poner la misma a todo, o sencillamente emplear claves fáciles de recordar. El problema que tiene lo segundo es que a todos nos resulta fácil el mismo tipo de contraseña. Entre los números más elegidos están las secuencias tipo 1-2-3-4-5 ó 0-0-0-0-0, curioso ¿verdad? Mucho más usadas de lo que quepa esperar a pesar de los numerosos avisos de los expertos en ciberseguridad.
Decantarse por fechas personales parece una idea única e ingeniosa, y en parte, es algo más difícil coincidir con muchas personas en este caso, pero lo que sí sucede es que sólo emplearemos números por debajo del 31, que es el último día del mes más largo, y números por debajo de 12 en el caso de la parte de la fecha que se refiere al mes. Si elegimos combinaciones con números por encima del 31. Los ciberdelincuentes lo saben y en el caso de intentar descifrar nuestra clave, o bien se centrarán en los números más comunes, que incluyen algunos considerados por diferentes culturas como “de la suerte” y usados además frecuentemente en los juegos de lotería, o bien darán prioridad a números hasta el 31 por la alta probabilidad de contraseñas que incluyen fechas.
En realidad, donde antes sólo podían elegirse números o letras para configurar una contraseña, hoy se permiten algunos símbolos y se discrimina entre mayúsculas y minúsculas para maximizar las posibilidades de crear una clave indescifrable. Se recomienda, además, no generar contraseñas basadas en frases típicas o palabras singulares, ya que a veces simplemente con descifrar las primeras letras podríamos dar por sentado la terminación de la palabra (por ejemplo, ornitorrinco: tras “ornito”, es muy probable que siga “rrinco”).
Para solucionar el problema de la memoria, los fabricantes de dispositivos móviles han ido avanzando en la biometría aplicada a la privacidad, de manera que, sea por la detección de huellas dactilares, facciones o incluso el nuevo sistema de desbloqueo por patrón de venas de LG, podamos desbloquear cualquier clave que tengamos registrada y memorizada en nuestro terminal, de manera que nosotros, y sólo nosotros, podamos acceder con garantías de éxito. Sin embargo, la desventaja de estas herramientas es que si necesitamos acceder desde otro terminal sin tener el nuestro cerca, es muy probable que no seamos capaces de recordar nuestras contraseñas ni a través de las preguntas de seguridad.
Sin embargo, antes de esto ya existían alternativas por software como One Password para sistemas operativos de Apple, como los marcadores e items guardados de navegadores como Chrome de Google: conociendo una sola contraseña desbloquearemos todas las demás. Eso sí, recordemos que en cualquiera de los casos, esta contraseña debe ser lo suficientemente segura como para que nadie pueda averiguarla simplemente acudiendo a la estadística o el sentido común.