Una nota, simple y reveladora, para observar fugazmente las internas políticas de un país que en 1816 declaraba su Independencia, y que el revisionismo histórico expone. Una lucha de modelos políticos que se pretendían impulsar, y una Mendoza al mando de San Martín que se orientaba hacia objetivos independentistas para todo el Continente.
Seguramente el 9 de julio de 1816 se refleje en nuestras retinas a partir de los tantos actos escolares de nuestra infancia. El Congreso de Tucumán, la “Casita de Tucumán” en papel madera, los discursos, los diputados de las provincias, y algún chocolate de por medio, hacían de la fecha un momento para recordar.
Probablemente el mito superó a la historia, difícil es el camino de deconstrucción de lo que a fuerza de emociones patriotas se ha construido. Habrá que desarmarnos para poder entender, que en ese momento la independencia del continente Americano estaba en estado de coma, la vuelta del Rey Fernando VII al trono de España y la derrota de Napoleón, habían puesto a los procesos revolucionarios de todo el continente contra la pared. Sólo las provincias del Río de la Plata resistían con dificultades el proceso independentista, a fuerza de gauchos en el norte al mando de Guemes, y de un San Martín en Cuyo, la revolución estaba viva.
La historia es eso que nos contaron, pero también es eso que se nos fue negado, es lo que no se dice, es lo que a la historia oficial que los intereses posteriores recortaron. Probablemente el acto escolar que nos emocionó en la infancia, no diga que en la “Casita de Tucumán” Belgrano propuso como forma de gobierno una Monarquía Constitucional, donde se erigiera como soberano a un descendiente de la casa de los Incas, y mucho menos dirá que San Martín también bregaba por esa moción desde la Gobernación de Cuyo.
Tampoco recordaremos que la Banda Oriental no participó de la firma del acta de Independencia por estar enfrentada a Buenos Aires; que los diputados de Gervasio Artigas fueron rechazados, y que algunas de las provincias que participaron hoy forman parte del vecino Estado de Bolivia.
Ahora bien, ¿qué significaba la declaración de Independencia? ¿qué interés particular se tenía desde Mendoza, y qué interés tenía su gobernador, San Martin, en relación a la Declaración de la Independencia? ¿Cuán importante será para el Continente? Son preguntas que necesariamente hay que hacerse para dar mayor certeza sobre el momento, que en apariencia, solo reviste carácter de formal, y que con el correr de la historia se transformó en un acto en base a mitos y sentimientos patrióticos.
Seguramente don Juan Agustin Maza y don Tomas Godoy Cruz, no pensaron en la magnitud que una declaración tendría en el devenir del continente. Lo cierto que declarar la Independencia, tendría en términos del proceso revolucionario, el sentido de un relanzar del espíritu de 1810 y los movimientos “juntistas”.
Sin embargo en Mendoza, el interés de su gobernador era otro, o más bien diría complementario distinto al resto de las provincias. José de San Martin, en Mendoza y de la mano de su pueblo, estaban armando el Ejército de los Andes, fuerza armada que se aprestaba a cruzar a Chile e iniciar el camino de liberación continental. San Martin no quería cruzar a Chile al mando de un ejército rebelde, el pretendía hacerlo, al mando de un ejército que representaba a un país soberano e independiente, por lo que se volvía imperioso lograr una declaración positiva en Tucumán.
Seguramente la Declaración de Independencia y su influencia en el devenir continental se encuentre en el marco de la especulación o la interpretación histórica, pero lo que no se puede negar es el rol que cumple Mendoza en el proceso independentista y en el armado de un ejército que fue bisagra en la liberación continental. La Independencia de 1816 no fue casual, ni mucho menos un acto altruista, fue la concatenación de intereses de los más diversos, entre esos, el de ser no solo un país libre, sino un continente.
Habrá que continuar revisando si la historia posterior nos vió verdaderamente Independientes, pero lo cierto es que al menos ese 9 de Julio, así lo declaramos.
Por Rodrigo Hinojosa
Profesor de Historia