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La política exterior del país se aleja del Mercosur y se acerca a la Alianza del Pacífico

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La Argentina fue aceptada como país observador del bloque regional impulsado por EE.UU y Macri concurrirá a la próxima cumbre en Chile.

La Alianza del Pacífico, integrada por Chile, Colombia, México y Perú, aprobó anoche en la ciudad de México la solicitud de Argentina de integrarse a este mecanismo como país observador, por lo que el presidente Mauricio Macri está en condiciones de asistir con esa categoría a la cumbre del bloque que se celebrará el 1° de julio en suelo chileno. La integración al bloque regional que se diferencia del Mercosur, la Unasur y la Celac es otro gesto explícito en la redefinición de la política exterior argentina que tiene como prioridad a los Estados Unidos.

Después de asistir a la XV reunión del consejo de ministros de la Alianza, el canciller chileno, Heraldo Muñoz, dijo a la agencia EFE que la cumbre que se desarrollará en Puerto Varas «tendrá una presencia inédita de al menos dos presidentes» que no pertenecen al bloque, entre ellos el mandatario argentino.

Según dijo Muñoz, el presidente Macri ha sido invitado porque «Argentina tiene un especial interés por acercarse a la Alianza del Pacífico y de hecho presentó la solicitud de ser miembro observador». «En esta reunión de hoy día aprobamos esa solicitud, de modo que ha sido aceptada la petición de Argentina de ser miembro observador de la Alianza, y el presidente Macri ya estará en condición de observador», explicó.

El canciller chileno dijo además que «casi con seguridad» el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, será el otro mandatario que participará en la cumbre y no descartó que «haya algún otro presidente que también asista, lo que indica que la Alianza del Pacífico sigue generando interés, y eso es muy positivo para los cuatro países que la integramos».

A un paso de la Alianza del Trans Pacífico (TPP) y las consecuencias 

El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) fue firmado hace unos meses por once países costeros del Pacífico: Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Perú, Singapur y Vietnam. De la región, los tres países firmantes integran la Alianza del Pacífico. Podría decirse que entre los objetivos geopolíticos más importantes por los que fue creada la Alianza del Pacífico, está la firma del TPP.

EL Premio Nobel Joseph Stiglitz y el profesor del Instituto Roosevelt, Adam S. Hersh, explican algunos aspectos sobre “la farsa” del TPP.

Stiglitz y Hersh afirman que lo que se presenta como el mayor acuerdo regional de inversión y comercio de la historia “no es lo que aparenta ser”. No es un tratado de libre comercio, como no lo era el ALCA. Es, como explican Stiglitz y Hersh, “la administración del comercio mundial” por parte de las corporaciones transnacionales más poderosas, dispuestas no sólo a destruir empleo, derechos laborales y pequeñas industrias, sino también a corporaciones más pequeñas, un fenómeno que expresa la fase loca del capitalismo que nos toca. El salvajismo de los términos del TPP, así como el de los otros dos Tratados similares que Estados Unidos impulsa en Europa (el TTIP) y el resto del mundo (el TISA, que abarca a 52 países), es tal, que en los tres casos se vienen desarrollando negociaciones en secreto, y se propone y compromete a los Estados firmantes a seguir manteniendo ese secreto durante cinco años, es decir, más de lo que dura un mandato presidencial en muchos de ellos. Por eso nadie sabe de qué se trata. Los medios de comunicación hacen su parte en lo que se refiere a desinformación.

En la primera semana de octubre, Wikileaks filtró, sin embargo, algunas de las condiciones que impone el TPP a sus miembros. No sólo son leoninas, hipócritas y neocolonialistas, sino ilegales: lo que pretenden las corporaciones es erigirse en un poder supranacional que pase por encima de las respectivas constituciones y los andamiajes legales de cada país. Es una clara renuncia a la soberanía y, en consecuencia, con el nombre de “libre comercio”, a lo que se renuncia es a la libertad nacional respectiva de manejar la propia economía.

El texto de Stiglitz y Hersh desarrollaba lo que sucederá, por ejemplo, en los países miembros, con las patentes farmacéuticas y con la investigación científica. Precisamente, el Capítulo del Tratado que filtró Wikileaks fue el de Derechos de Propiedad Intelectual. “Considere lo que haría el acuerdo –dice el texto de Stiglitz y Hersh– en cuanto a ampliar los derechos de propiedad intelectual de las grandes compañías farmacéuticas, tal como nos dimos cuenta al leer versiones del texto de negociación que se filtraron al exterior”. Lo que se puso a la firma, en efecto, es la aceptación de exclusividad de patentes farmacéuticas y la imposibilidad de que en cada país continúe, crezca o nazca la investigación científica en ese rubro. Se prohíbe la venta de medicamentos genéricos, para dejarle la cancha libre, en stocks y precios, a los grandes laboratorios.

También se filtró que tanto el TPP como el TISA contienen la cláusula ISDS, que en Europa hizo, por su escandalosa naturaleza sometedora, que el Parlamento Europeo frenara el avance del TTIP. Ahora, corporaciones y buitres operan en muchos medios de comunicación y fundaciones para imponer la idea de que el Parlamento Europeo está lleno de vagos que impiden el progreso de la UE. Lo de siempre. La ISDS es la cláusula de arbitraje privado al que se apela cuando un Estado y una corporación entren en conflicto por expectativas de ganancias defraudadas. La privatización de la justicia. La victoria total de las corporaciones, que podrán reírseles en la cara a los Parlamentos y a las jurisdicciones legales.

Stiglitz y Hersh dan el ejemplo de la ex Phillip Morris, un antecedente de esta conducta corporativa depredadora: la tabacalera está en juicio mediante uno de esos “arbitrajes” contra Australia y Uruguay, ya que ambos gobiernos exigieron que las cajas de cigarrillos lleven etiquetas de advertencia sobre los efectos del tabaco. Se montaron en ese juicio porque ya tuvieron éxito hace unos años con Canadá: su gobierno se retractó y dejó que exigir la advertencia en los paquetes de cigarrillos.

Desde México, el periodista Alejandro Villamar trabajó sobre otro punto del TPP que los grandes medios olvidaron informar, y que vaya si era una noticia. Hace un par de semanas, decenas de miles de integrantes de sindicatos canadienses, norteamericanos y mexicanos, y también cámaras empresarias de esos tres países, rechazaron públicamente el TPP. Son los vinculados con la industria automotriz.

El 21 de septiembre los ministros de Comercio de los tres países recibieron una carta firmada por el Instituto Estadounidense del Hierro y el Acero (AISI), la Asociación Canadiense de Productores Siderúrgicos (CSPA) y la Cámara Nacional de la industria del Hierro y el Acero (Canacero), con un mensaje claro: “Ha habido reportes de que está en consideración un más bajo contenido de valor regional para automóviles y autopartes en el TPP. Nuestros miembros se oponen fuertemente a ello”.

Por su lado, los grandes sindicatos (la Federación Estadounidense del Trabajo, el Congreso de Organizaciones Industriales, el Congreso del Trabajo de Canadá, y la Unión de Trabajadores de México), se movilizaron en protestas simultáneas y unificaron una propuesta. Uno de sus párrafos dice que, ante la inminente firma del TPP, proponen “una solución al déficit del trabajo decente (de acuerdo con la definición de la OIT) de una manera sostenible, reconstruir nuestras economías mediante el fortalecimiento del mercado interno, aumentando el poder adquisitivo de los trabajadores, y superar las asimetrías entre nuestros países a través de la distribución equitativa del trabajo productivo”

(Fuente: Página 12)