Bodega Salentein certificó la huella de carbono. El procedimiento fue validado en la elaboración de su vino Portillo Malbec. Se convierte en pionera en la reducción de emisión de gases.
Desde hace un tiempo, el tema de la huella de carbono ocupa mayor espacio en la mesa del sector vitivinícola. Varias empresas vienen trabajando en esta materia, pero esta semana la novedad la presentó Bodegas Salentein, que certificó su vino Portillo Malbec desde la producción primaria de la uva hasta el consumidor, convirtiéndose así en la primera bodega argentina que garantiza la emisión controlada de gases de efecto invernadero.
En la actualidad, certificar huella de carbono en el proceso de producción es una innovación, pero pronto será una exigencia excluyente para ingresar a los mercados del mundo.
La huella de carbono es una herramienta de gestión ambiental que traduce los impactos y las emisiones provocadas por los diferentes procesos en cantidad de CO2 (dióxido de carbono). De esta manera se puede conocer, por un lado, el aporte de una empresa al cambio climático y por otro diseñar un programa de mejoras sobre la base de buenas prácticas ambientales para reducir o neutralizar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Andrés Arena, director de Operaciones de Salentein, afirmó que “esto significa la consolidación de una cultura de respeto por el medio ambiente que la bodega posee desde sus comienzos. Trabajar bajo estos estándares implica un mayor compromiso, debido al proceso de trabajo previo y posterior a la certificación”.
El relevamiento y evaluación se realizaron con la empresa Alex Stewart SA y la certificación fue emitida por el Carbon Trust Certification del Reino Unido.
“El proceso de cálculo y certificación comenzó con un análisis del estado inicial para lo cual se realizó una auditoría ambiental donde se identificó al menos el 80% de las entradas y salidas de los procesos”, informó Arena.
Luego se realizó el cálculo de la huella de carbono; en esta etapa se terminaron de definir las entradas y salidas totales afectadas a emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para luego aplicar un método matemático que transforma las cantidades de gases de efecto invernadero en cantidad de CO2 equivalente.
El método debe ser reconocido y de una consistencia que se aplique a los requisitos internacionales que demanda el proceso de huella de carbono: transparencia y consistencia. El resultado es una cuantificación de las emisiones GEI en cantidad de CO2 equivalente.
La etapa final del proceso fue la certificación, la cual fue realizada por una entidad independiente, como la Carbon Trust, que revisa todo el proceso mencionado y que mediante técnicas de gestión ambiental corrobora la consistencia del proceso y valida el resultado obtenido.
Actualmente los mercados externos comienzan a exigir este tipo de certificaciones.
En este sentido, Arena sostuvo que “sin lugar a dudas hoy es una ventaja competitiva, pero en un futuro cercano será una condición para estar en los mercados más exigentes del mundo. Hoy es importante trabajar sobre la sustentabilidad en todos sus aspectos, economías o consumos, esto se refiere no solamente a cuánto vamos a producir y qué queremos consumir, sino también cómo lo vamos a producir”.
(Fuente diario Uno)