Sebastián Quiroga y Sergio “Chino” Salinas recorrieron alrededor de once países, en un viaje que les permitió despojarse de ellos mismos, para luego reencontrarse en las intensas experiencias que despertaron los más sensibles sentidos. Cumplieron el ciclo: el punto de partida fue el punto de llegada. Ya están en San Carlos.
Como dice en un pequeño pero bonito libro de una editorial independiente, los viajes no sólo tienen la virtud de trasladar a las personas a dimensiones paralelas, a sitios mágicos donde el tiempo se detiene, sino que pueden motivar a la transformación profunda y definitiva del individuo.
Así parece haber sido con ellos. Después de recorrer alrededor de once países durante más de dos años y medio por América Latina, Sebastián y Sergio llegaron a San Carlos hace apenas unas pocas semanas, descontaminados de la rutina y con una mística especial que no dudan en compartir.
“Creo que la mayor experiencia fue el encuentro con uno mismo (…) Para mí una de las cosas más significativas es poder ahondar en uno mismo y desde ahí, desde la humildad, desde nuestro ser, poder encontrarse con lo que va pasando en el afuera, en el encuentro con los otros, que en definitiva son nuestros espejos”, señala Chino como uno de los aprendizajes más profundos del camino que emprendieron.
Los jóvenes sancarlinos, que viajaron “con el propósito de conocer” y sabiendo “que es un ciclo, donde el punto de partida también es el punto de llegada”, salieron en bus desde Mendoza hasta Perú. Y desde allí tomaron un vuelo hasta Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, para comenzar el viaje rumbo al Sur, “hacia la casa de cada uno”.
Conocieron países como México, Cuba, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. “Hemos estado en Colombia, Venezuela, Ecuador, y el último paso fue al regresar a la Argentina: Seba lo hizo por el lado chileno y yo lo hice por el lado boliviano”, comenta Sergio.
Según relata Sebastián, viajar no fue una decisión, “fue un impulso”. Si bien cada uno tenía en el departamento algún trabajo y a sus afectos, se dejaron sumergir en esta experiencia por la que decidieron luchar: “Trabajamos como malabaristas, hacíamos fotografías, intercambios como voluntariados. También labores de oficios varios como en construcción, metalúrgica y en la tierra (…) Trabajos más esporádicos o de golondrina, gastando poco dinero, autogestionando”, cuenta.
“Mirar desde afuera lo que uno tiene en el pueblo y aprender a mirarse hacia adentro”
Es la frase que sin duda resume la intensidad de la experiencia vivida, donde se predispusieron a revelar su propia interioridad. “Uno va descubriendo hacia afuera un montón –paisajes, historias, culturas-, pero al mismo tiempo va descubriéndose hacia adentro”, expresa Chino.
En ese descubrir, los sancarlinos señalan que aprendieron a mirar y a sentir su departamento en cada paso. “Lo reconocíamos siempre en otros pueblitos: en la cordialidad de una familia o en aspectos tradicionales como en las fiestas populares”, recuerdan.
En ese sentido, aseguran que como pasa en Argentina, en Latinoamérica se comparte cierta idiosincrasia, “como andar caminando y saludar dos o tres veces a las mismas personas (…)”.
“Realmente el pueblo también estaba adentro nuestro, porque a diferencia de las personas que se van en busca de alguna actividad laboral, nosotros nos íbamos con el propósito de conocer y saber que es un ciclo donde el punto de partida también es el punto de llegada”, remarcan.
Ya en San Carlos, Sebastián y Sergio siguen reencontrándose con sus familiares, amigos y conocidos. Comparten historias y el amor por la vida. Transmiten paz, buenas energías y sus aprendizajes: “Cuando volvés al pueblo te das cuenta de su valor. Uno a veces se deja llevar por la rutina, se sumerge en las actividades laborales, y se olvida que la naturaleza aquí es muy bella y que el estilo de vida es mágico”, reflexiona Seba.
Un comentario
Gratos recuerdos de su paso por la mitad del mundo… las fronteras son uno de los peores inventos de la humanidad. Tal vez no es necesario irse tan lejos para encontrar eso que siempre estuvo dentro, pero irse lejos también es bacán. Un abrazo fraterno. Jorge
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