Las pasadas elecciones PASO dieron varios resultados, uno, fue que la forma en la que el Frente Para la Victoria planificó la contienda electoral frente a la mayoría de los partidos de oposición, agrupados en el Frente Cambia Mendoza, dio resultado: superando los números históricos, el FPV mendocino llegó a un 40% de los sufragios, sumandos las tres fórmulas postuladas. Refugiados en el poderío territorial de los intendentes peronistas, los resultados fueron más que alentadores frente a lo que se suponía una derrota histórica. Por otro lado, la oposición organizada casi en su totalidad detrás de la figura de Alfredo Cornejo, no logró condensar una victoria supuestamente aplastante en la previa y durante los primeros minutos del conteo final. Solo cuatro puntos fue la diferencia entre todo el arco opositor y el FPV. Los resultados, evidentemente no fueron los esperados y eso se vio claramente en la mañana del lunes siguiente.
Ahora bien, ¿Cuál fue el hecho significativo que marcó claramente que hay un Frente Para la Victoria en condiciones claras de dar vuelta la elección? En primer lugar, hay que decir que algo sobresaliente de esa jornada fue que se vio claramente quién es Alfredo Cornejo, es más, casi ni lo recordábamos, allá por la gestión de Julio Cobos, cuando desde su rol como Ministro de Seguridad, desplegaba prepotencia frente a los reclamos de la gente. Bueno, la noche del domingo, previo a saberse claramente los resultados, salió desde su comité a pedirle al actual gobernador “una transición ordenada”, recordándonos esas épocas de prepotencia. Lo real es que no había una victoria contundente, solo había ganado una elección primaria, y pedir “una transición” fue sobre todo una subestimación, una falta de respeto absoluto a la ciudadanía que aún debe expresarse en las elecciones generales.
El lunes por la mañana el rey había quedado desnudo y ya sus palabras habían calado en la memoria de la gente, incluso algunos recordaron cuando el peronismo perdió las elecciones en el año 83 después de que Herminio Iglesias quemara un ataúd con la imagen de la UCR, hecho que fue castigado por el electorado de la provincia de Buenos Aires. La pregunta fue entonces ¿Qué hacer, desde el radicalismo y sus socios electorales frente a la posibilidad clara de perder las elecciones generales? La respuesta fue categórica: “que no hable más” se escuchó decir a algunos dirigentes de la oposición y fue así, el candidato radical no dio más declaraciones. Silencio, esa es la estrategia del radicalismo. Ahora bien ¿Cuál es el análisis que se hace desde el frente opositor al gobierno? Está claro que no se pueden obtener más votos, no solo porque el candidato no se puede desplegar, sino porque quedó evidenciado que aunque juntos, el Frente Cambia Mendoza solo es un rejunte electoralista que recuerda la vieja Alianza; ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en la foto del triunfo, donde literalmente se echó de la misma al entonces candidato a intendente por San Carlos y actual pareja de la candidata a vicegobernadora, Laura Montero, el abogado ambientalista Marcelo Romano. Frente a esa situación, solo quedó resguardar los porotos obtenidos, tratando que el peronismo no logre condensar todo su potencial electoral.
Lo cierto es que frente a una semana de ardua campaña, unos han optado por guardarse a silencio, saben que una palabra desacertada puede significar la derrota. Los otros, el FPV vuelve a confiar en el poderío territorial de sus intendentes, alentados por buenos resultados, como el obtenido por Martín Aveiro en Tunuyán, donde se espera superar el margen obtenido frente al Radicalismo. También es innegable “el arrastre nacional” que trajo la visita de la presidenta Cristina Fernández, por lo que muchos confían en que se puede dar vuelta una elección que, a priori fue adversa y que hoy es mirada con mayor esperanza. Lo cierto es que toda elección es diferente y en el conteo final un voto vale un voto y eso lo saben todos, por eso unos cuidad los porotos y otros salen a buscarlos claramente. No todo está dicho y solo usted tiene la respuesta en sus manos.
Prof. Rodrigo Hinojosa