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 Sentido adiós de periodista mendocino a Nuri Donnantuoni

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Reinado Nuri
El momento en que, hace casi 10 años, Dana Otero coronó a Nuri Donnantuoni, captado por el fotoperiodista Marcelo Carubín. (Foto Marcelo Carubín para Diario UNO)

“Todavía en shock, una semblanza de lo que fue esta maravillosa persona, esta reina querida por todos, y que tuve y tengo la suerte de llamar amiga. Una despedida especial para un ser pleno de dulzura”, escribe en su nota del día el periodista Federico Croce para MDZ.

 

Nuri, la de los ojos más bellos de la Vendimia

Son nuestras superhéroes. Por eso los mendocinos siempre vamos a amarlas.

No pertenecen a ninguna monarquía ni tienen sangre azul, como Superman, que era hijo de un rey de otro planeta… pero ostentan un reinado.

No llevan un martillo como Thor, pero sí un cetro en la mano.

No son como la Mujer Maravilla, pero tienen coronita como ella.

No son Batman ni Robin, pero usan capa.

Y aunque después le entreguen ese efímero reinado de un año a otra, se convierten en adoradas eternas. Y entonces como los superhéroes, tienen dos vidas: la propia, de su casa, la que comparten con su familia, sus amigos, sus novios, sus maridos, su mundo privado… y la que es de todos nosotros, la de repartir besos, la de estar perpetuamente contentas, la de decir cosas siempre lindas, esperanzadoras, amigables. La de ser un extraño orgullo para el departamento en el que viven, porque para siempre, serán “la reina”.

Las reinas son superhéroes durante su reinado porque…

Porque son tercas y aguantadoras. Tienen que ser candidatas para una elección distrital, luego una departamental, y luego, la nacional.

Porque la valentía les corre por las venas. Se enfrentan a los juzgados más implacables, como la prensa, que califica con crudeza su belleza, su brillantez e inteligencia, su dicción, su sociabilidad.

Porque tienen paciencia y bondad para soportar a los villanos de turno, que a veces son las coordinadoras, otras las demás candidatas, otras la opinión pública y ahora las redes sociales, con sus opiniones duras y con saña.

Porque son poseedoras de un aguante sobrehumano que les permite enfrentar estoicamente los raids más bizarros de maquillaje, pintura, pelos planchados, pelos enrulados, bucles, cambios de ropa, producciones de fotos, viajes interdepartamentales, eventos interminables, y más.

Porque su fortaleza es suprema. Gracias a ella aguantan a los inadaptados que les gritan improperios, que las putean, que les dicen que son feas, o hasta a veces, las agreden.

Porque gozan de híper velocidad para cumplir con cientos de presencias en centenares de eventos.

Porque tienen memoria prodigiosa para aprender en dos o tres semanas lo que a muchos les lleva años sobre protocolo, vino, enología, política, turismo y otras yerbas.

Porque se regeneran, resurgen, como el Ave Fénix, cuando tantas veces las han querido borrar de un plumazo, o les han dicho que son una figura obsoleta. Cada año, están de vuelta.

Los «ojazos» de la Vendimia

Ella será para siempre esa superhéroe del Valle de Uco. Por esos ojos enloquecedoramente azules, Nuri será siempre recordada. Porque tenía unos ojos que embrujaban. Que te dejaban pasmado.

La belleza de la sancarlina era irrefrenable: apenas apareció, la gente dijo “esa es la reina”. No importó su timidez. Y eso que su competencia fue Gisela Campos, que en el 2005 se llevó la corona del virreinado y que desde entonces inunda de simpatía con su verborragia y calidez a cada mendocino que la saluda o que la mira por TV.

Ella será recordada como una reina comprometida, la que se sumó a la militancia por el cuidado del agua y del medio ambiente, la que batalló junto a otras soberanas de Corenave –la comisión de reinas de mandato cumplido- por la sanción de la ley de talles, sosteniendo la importancia de que cada mujer fuera real, con su altura, su estatura, sus características propias y no teniendo que someterse a tal o cual estereotipo.

Como la periodista Priscila Mateos contaba en una reciente nota que le hizo, hace apenas días, Nuri fue la que cambió la figura de la virreina Nacional: fue la que pidió más integración, fue la que sumó a Gisela Campos –su virreina- a sus quehaceres, compromisos, viajes y agenda; y entonces a partir de ella, comenzó a hablarse del “binomio real”. La virreina pasó a formar parte de la vendimia, y nunca más quedó olvidada. Eso habla de su sencillez, de su don de gente, de su afán por compartir.

Cuando sos periodista de Vendimia, cada febrero y marzo te encontrás con las que fueron reinas nacionales. Rememorás anécdotas, les hacés notas, y con muchas de ellas, generás una amistad hermosa. Tuve la suerte de compartir con ella, al igual que con Lorena Lorca, Marinés Babugia, Marcela Gaua, Jésica Tolín, Paula García, Flor Destéfanis, Wanda Kaliciñski y Candela Berbel varios momentos, durante varios años. Momentos protocolares, pero también momentos divertidos y “en off” que me permitieron sentirme amigo.

Conocí a Nuri y primero me tuvo miedo, porque las reinas desconfían de los periodistas… y luego de un par de años, bajamos las guardias, y ella me entregó su amistad, su cariño y su confianza.

Mi estupor por lo que pasó ayer fue tremendo, y mi tristeza, profunda como la de muchísimos mendocinos. Hoy despido a mi amiga Nuri con una imagen: la que vi en el 2005, cuando ella estaba en el parque General San Martín, a las 9 de la mañana, subiendo al carro de San Carlos, porque empezaba el Carrousel.

La imagen corresponde a la de una nena abstraída, prendada de entusiasmo, en los hombros de su papá, que corría para alcanzar ese carro y así su hija pudiera tener una uva, una foto, un beso de la reina.

Mientras el papá corría, la nena parecía no notar esa agitación, porque sus ojos sólo miraban como Nuri se ponía la capa, se arreglaba la corona, se subía a lo alto del carro. El carro arrancó, pero la bella sancarlina hizo conexión con la pequeñita. Los ojos de la nena se cruzaron con esos, los increíblemente azules de Nuri, y le extendió los brazos.

Entonces Nuri bajó de su pedestal, se agachó, subió con sus brazos a la nenita, y le dio un beso grande, y un racimo de uvas. La nena, transportada por la emoción de verse abrazada por esa suerte de hada mendocina, de princesa de cuento hecha carne, le dijo: “sos la reina más linda de todas”. Y volvió con su papá, llevando uvas y una sonrisa imborrable.

Nuri se emocionó.

Y esa noche, fue la más linda. Y para nosotros, los que te queremos y los que te vamos a llevar en el corazón, seguirás por siempre, siendo la reina más linda.

Te extrañaremos mucho, bella.

 

Federico Croce para MDZ Online

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