En la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, organizaciones sociales del país celebraron el bloqueo a la instalación de una planta de semillas de Monsanto. Una lucha que “crece desde el pie”.
El pasado 19, el acampe en Córdoba contra la multinacional transgénica cumplió un año y organizaciones sociales, ambientales, campesinas y políticas de diferentes puntos de la Argentina que luchan contra un modelo agroindustrial basado en el uso de agrotóxicos y de semillas genéticamente modificadas, celebraron con el Festival Primavera Sin Monsanto.
La fiesta fue en la plaza del barrio cordobés de Malvinas Argentinas y contó con la presencia de reconocidas figuras como la madre de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, el médico y profesor de la Universidad de Rosario, Damián Verzeñassi, Ciro Pertusi de la banda rockera Jauría, Rubén Patagonia y Carli Jiménez, entre otras.
La convocatoria fue masiva, participando del Valle de Uco la asociación Crece desde el pie que en junio de este año organizó, junto a estudiantes de la Tecnicatura en Agronomía del Instituto de Educación Superior 9-010 de Eugenio Bustos, una jornada que puso en debate el uso de agroquímicos en la agricultura y los efectos en la salud.
“Argentina sigue luchando contra un modelo que envenena, enferma y mata”, publicó en su Facebook la organización que, entre diversas actividades, elabora vinos caseros y reclama que el agronegocio vitivinícola en la provincia concentra la propiedad de la tierra en pocas manos e impacta directamente sobre los procesos climáticos debido al desmonte desmedido para la instalación de viñedos en el piedemonte valletano.
Un año de resistencia contra Monsanto y de lucha por la vida
En junio de 2012 la empresa multinacional que controla el 86 por ciento de las semillas transgénicas del mundo y es referente en el modelo de agronegocios, anunció la construcción de su mayor planta para Latinoamérica de semillas de maíz transgénico en Malvinas Argentinas, en un predio de 30 hectáreas. Tal como describe el periodista Darío Aranda de Página 12, “la población se enteró por televisión de que tendría de vecina a una de las empresas más denunciadas del mundo, que instalaría 240 enormes silos en el barrio y procesaría millones de toneladas de maíz al año”.
Ese anuncio, que prometía empleo y actividad comercial, inquietó a los vecinos de aquella localidad sojera de 12 mil habitantes que no tenía antecedentes de lucha, a pesar que en febrero de 2013 un estudio de la Universidad Nacional de Córdoba encontró que 25 de cada 100 mujeres perdían sus embarazos, y que en ciertos barrios la probabilidad de contraer cáncer era 8 veces mayor a la media nacional, y la de tener hijos con malformaciones, más del doble.
Fue así que en junio de ese año nació la Asamblea de Vecinos Malvinas Lucha por la Vida, que comenzó a movilizarse, solicitó información que nunca llegó y finalmente, acompañada por las Madres de Ituzaigó -que habían ganado un juicio contra un productor de soja y un aerofumigador-, el 19 de septiembre del 2013 decidió bloquear la construcción de la planta acopiadora de semillas transgénicas, convirtiéndose en el símbolo mundial de la lucha contra la multinacional Monsanto.
Desde entonces, el pueblo sufrió represiones de la policía, la UOCRA, lo visitó Manu Chao, científicos como el doctor Andrés Carrasco o Raúl Montenegro, referentes de los derechos humanos como Adolfo Pérez Esquivel y en todo el mundo se sigue con atención la evolución de este conflicto en el que una comunidad rechaza la imposición de la corporación.
En enero pasado, la Cámara del Trabajo detuvo la construcción de la planta solicitado en un amparo de la Asamblea de Malvinas. El fallo declaró la arbitrariedad y la inconstitucionalidad de las ordenanzas de la municipalidad y la provincia que habían posibilitado el inicio de la obra. En febrero, la Secretaría de Ambiente rechazó el estudio de impacto ambiental de Monsanto por grandes carencias técnicas: no mencionaba cómo se tratarían los desechos ni el gran consumo de agua. Sin embargo, la provincia dejó abierta la posibilidad de una segunda presentación.
Ahora más de 30 pibes siguen resistiendo allí en carpas, construcciones de adobe, sin luz, baño y agua, frenando la construcción de Monsanto y esperando la erradicación definitiva de la empresa. Mientras tanto, la discusión respecto al uso masivo de agroquímicos se consolida en diferentes pintos del país en los que se cuestionan qué comemos y de qué nos enfermamos los argentinos.