El paracaídas de color rojo intenso de dos compañeros se desplomó sobre una línea vertical del tiempo. Con algunas pocas y precisas referencias pudieron saber qué fue sobre el paralelo 59 de una isla caribeña. La punta de sus pies tocaron tierra al mismo instante que el transporte público llamado “guagua” comenzaba su recorrido desde El Capitolio, pasando por el museo de la revolución, la Habana vieja y el Malecón con destino a la estación Hijas de Galicia…
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Cuba… De a poquito se fue metiendo por nuestras venas abiertas, con las más mínimas y significativas facetas revolucionarias que se puedan imaginar. Desde la más pequeña taza de café compartida entre 7 almas en desayuno comunitario. Hasta las calles que una tras otra nos enseñaron sus paredes húmedas y coloridas de una lucha que se transmite a los niños y jóvenes desde una tempranera educación.
Las engarillas en mano son la muestra continua del trabajo voluntario que propuso un tal CHE al terminar con la dictadura de Batista. Bien aparecieron las voces nuevas que nos contaron de Fidel, Raúl, Juan Almeida, Camilo y los nombres de tantos que quedaron prendados a cada hoja nueva que recuerda la historia del “Granma”. Los deslumbramientos fueron y son constantes, vienen y van al ritmo de “guajiras” mientras se puede esperar un guarapo exprimido de caña de azúcar y emborrachar de felicidad las retinas y sentidos…
En las veredas nos encontramos con miradas desequilibradas. Más las que soplan a favor y las menos en contra de la Revolución. Los carteles del “Ataque al Moncada” son el marco recordatorio para seguir defendiendo el socialismo, marcando así cada día la resistencia vanguardista de 54 años en la memoria colectiva.
Sobre la óptica de nuestras cámaras descarriló un sinfín de carros de antaño, colores amurallados, sonrisas profundas, habanos de mano en mano y sobretodo el calor de nuestros hermanos. Transitamos silbando bajito las veredas de una amplia gama de recuerdos como gorras, remeras, banderas y habanos de una sociedad libre del imperialismo…
Se filtró cálidamente por nuestras retinas el aroma de la piel africana que resistió sin elección alguna aquel tormento colonizador. Hoy los reyes desterrados deben pagar su condición de extranjeros en una moneda diferente llamada CUC (pesos convertibles). Los locales, mestizos, mulatas pagan en moneda nacional a unos cómodos y económicos precios los gastos a diario…
El sur se une con el norte por colectivos y trenes dispares. De oriente a occidente hay que recorrerlo a ritmo cubano con calma y sin reloj. Allí no hay comentarios despectivos por pertenecer a la capital o al “interior”. El lema es la solidaridad, “del combate diario a la victoria segura”. La honestidad termina siendo la herramienta más importante para prestar al vecino o desconocido. Cualquier problema se termina diluyendo en las noches de salsa y ritmo alegre que contagia a los visitantes el corazón de los lugareños…
Decir que 10 días no son nada. Decir que la vida también sería poco. Es olvidarse que transcurrimos en un instante profundo y eterno. La Isla nos acobijó y enalteció en cada segundo de nuestros rastros. Las horas se hicieron cortas en los días plenos de luz y cordialidad. Aquí los cubanos resisten bajo cada luna nueva las tormentas imperialistas. Hay quienes dicen que se quedaron en el tiempo. Nosotros preferimos decir que decidieron pararse y ser ejemplo constante en contra de la imposición política y económica global impulsada por unos pocos ya conocidos…
El abrazo partido de las almas encontradas, la sensaciones de un vuelo fugaz, las pisadas en la tierrita firme, el sonido vertiginoso de una sonrisa, el color puro del trabajo, la inmensa recolección de sueños y vida en cada rincón, nos dejarán envueltos en un pasaje sin fecha para volver cuanto antes a nuestra Isla…
Sergio Salinas y Sebastián Quiroga desde Cuba