Esta es una historia publicada por Culturalgia, una revista digital que registra relatos paganos y producciones de artistas del Valle de Uco.
«Para llegar a esta historia, tuvimos la suerte de charlar con Ana María, una mujer de 62 años que vive en el departamento de San Carlos (Mendoza). Desde CULTURALGIA escuchamos y decidimos dejar registro de una increíble historia que se desarrolla allá por los años de guerra, inmigraciones y supervivencia. Relatos que no forman parte de los libros escolares pero que pertenecen a nuestros orígenes y demuestran que no somos un momento, somos historia.
Ana María creció escuchando la historia de sus raíces, cómo la familia Vives de origen valenciano llegó a Argentina, y luego a Tunuyán. El relato comienza en 1911, cuando sus abuelos vivían en España, en el municipio de Ondara de la Ciudad de Alicante, provincia de Valencia (España).
Sebastián Vives se casó con Josefa Forné y formaron una familia compuesta por tres niños: Gabriela, Anita y el pequeño Sebastián. Se dedicaban al cuidado de la chacra, como venían haciendo durante generaciones, pero en cuanto la situación económica desmejoraba debieron tomar decisiones. Como muchos otros españoles, decidieron emigrar buscando el bien de la familia.
Sebastián había escuchado hablar de un país prometedor, desde el que llegaban relatos de quienes habían logrado “hacer la América” y sacar adelante su calidad de vida. Fue así que en 1911 emprendió un largo viaje en barco que podía ser la mejor o la peor decisión que tomara. El padre de familia emigró solo, con la idea de enviar dinero a los suyos en cuanto pudiera. Había echado a la suerte su porvenir y el de sus hijos.
Llegó a Argentina. El país se encontraba en pleno desarrollo de un modelo agroexportador que lo convertía en “el granero del mundo” y que necesitaba de medios de transportes para trasladar ganado y cereales para exportar. No fue casualidad entonces que Sebastián consiguió trabajo en la construcción del ferrocarril, se trasladó a Mendoza y luego a Tunuyán desde donde le enviaba dinero y cartas cada tres o cuatro meses por vía marítima a su esposa, recordándole siempre que los añoraba.
Los meses, la espera y una decisión
A meses de su partida, Josefa le remitió una fotografía con sus tres hijos y al recibirla Sebastián la llevó con un fotógrafo hasta lo que actualmente sería la Ciudad de Mendoza, y le hizo colocar una imagen suya junto a la de su familia (la fotografía se conserva y a pesar de haber sido tomada en 1911 no parece retocada).
La fotografía volvió meses después a su mujer, quien conmovida por la imagen o la soledad de la espera decidió vender su casa, sus muebles y sus animales para ir en busca del padre de sus hijos. En un acto de amor y valentía, con el dinero de la venta (no mucho por la crisis de la primera guerra mundial), Josefa subió a un barco con sus tres pequeños y se aventuró al país prometedor y desconocido con la idea de encontrar, sin previo aviso, a Sebastián.
Dos meses en barco la dejaron en Argentina (hay quienes dicen, que en ese entonces los barcos a vapor solo tardaban varios días, sin embargo la construcción del relato habla de meses). Creyó estar cerca de su marido que residía en Tunuyán pero logró averiguar que debía llegar a Mendoza y comenzó un viaje en tren junto a sus pequeños en el que arribaron a Córdoba.
Desde allí debieron continuar la búsqueda en carreta y durante un par de semanas viajó en un carro tirado por caballos hasta Mendoza para finalmente ir hacia Tunuyán. Josefa sufría por las extensas distancias, la falta de dinero y por no encontrase con su marido.
Lo más novedoso de esto es la calidad del “trucaje”, pues la imagen no parece retocada, y mucho menos si tenemos en cuenta que se tomó en 1911. Si se observa con detalle, el vestido de Gabriela, la hija mayor, está por delante del cuerpo de su padre; no obstante, el pie de Don Sebastián se encuentra adelantado con respecto al de su hija. Este desfasaje de superposiciones es el único detalle que delata el trucaje, sin embargo pasa desapercibido para el ojo ingenuo.
Un encuentro inesperado
Mientras Sebastián descansaba en un vagón del ferrocarril y pensaba en cuándo recibiría noticias de su familia, escuchaba rumores de sus compañeros que hablaban de la llegada de una tal “Pepa” (apodo muy común entre las mujeres inmigrantes de aquella época).
En ese momento, uno de los trabajadores se acercó y le presentó a un pequeño de casi 3 años de pelo dorado a quien saludó con amabilidad mientras se preguntaba su origen. Luego saludó a una pequeña de unos 5 años hasta que por fin vio a su hija mayor, Gabriela, a quien reconoció de inmediato. Anonadado abrazó fuertemente a su familia. Josefa y Sebastián estaban juntos nuevamente.
La historia vive en Mendoza
Sebastián abandonó el arduo trabajo en el ferrocarril y alquiló una finca para dedicarse a la agricultura, en tierras ubicadas en lo que hoy se conoce como el distrito de El Zampal en Tupungato (en esos años los inmigrantes españoles encontraban salida laboral rápidamente y también la posibilidad de prosperar). La familia continuó creciendo y nacieron Vicente y la pequeña Josefa.
La situación mejoraba año tras año. La familia Vives se hizo propietaria de una finca que comprendía gran parte del centro de la Ciudad de Tunuyán y se dedicaba a la siembra de papa. Sebastián se había convertido en un empresario y había podido adquirir uno de los primeros automóviles que hubo en Tunuyán, el mismo vehículo en el que un trece de abril de 1937 perdió la vida al chocar contra un árbol.
Después de la muerte de Sebastián, Josefa se fue a la casa de su hija menor apodada “Pepa”, casada con Damaso Gómez, con quien vivió hasta sus últimos días. Sus hijos Gabriela, Anita, Sebastián, Vicente y Josefa formaron sus familias y actualmente la mayoría de su descendencia vive en Tunuyán.
El pequeño Sebastián que llegó con casi 3 años a Argentina tuvo cuatro hijos: Sebastián (Tito) Vives, Francisco Vives, María Rosa Vives y Ana María Vives, quien hoy relata esta increíble historia transmitida por herencia oral desde principios del siglo XX. Anita, la segunda hija de Sebastián, le dio el cuadro que fue trucado a su sobrina Ana María como regalo de casamiento en el año 1987.»
Por Fernanda Sánchez
Fuente: CULTURALGIA https://www.facebook.com/pages/Culturalgia/174619485931800?fref=ts