Ahora que el papa Francisco ha convocado a los jóvenes a hacer lío, la cosa se puso linda. Desde este medio de comunicación venimos escribiendo en defensa de todos aquellos espacios de participación que se abren para los jóvenes, y obviamente celebramos que esta autoridad tan importante para el mundo, se sume a este movimiento.
Apenas asumido en su nuevo cargo, yo escribí sobre la diferencia que algunos medios hacen en la interpretación de los discursos, depende de quién sea la persona que hable, más allá que el mensaje sea el mismo. Eso me costo que algunos me insultaran y hasta amenazaran. Incluso hasta de ateo me trataron.
Ahora no se dé que me van a tratar, pero lo cierto es que el panorama se les complicó a ellos, a los conservadores, a los hipócritas. A muchos les molestó que de algunos espacios políticos recordaran las acciones de inclusión de la juventud que se vienen llevando a cabo. La mayoría de los que se enojaron, lo hicieron con la presidenta. La cuestión es que el kirchnerismo no es el único espacio que fomenta la militancia la juvenil. En la historia y en el presente, los radicales (o algunos de ellos), los socialistas y los movimientos más de izquierda también lo han hecho y lo hacen.
Con la ley que habilita a los menores de 16 años a votar si así lo desean, volvió a ponerse el tema sobre el tapete, y algunos hemos defendido esta posibilidad, porque consideramos que hay muchos jóvenes con la suficiente formación y conciencia política. Me atrevo a afirmar que conozco más jóvenes con conciencia que adultos en la misma condición.
Pues con la religión pasa algo similar. Les guste o no a algunos, la política desarrolla sus formas de divulgación de un modo muy similar a como lo hacen las iglesias.
De hecho, al comienzo del cristianismo, algunos quisieron aprovechar el movimiento que el mismo Cristo hizo, con intenciones políticas para liberarse de la opresión que los romanos ejercían sobre los demás pueblos.
El que pasó a la historia como el traidor Judas, que según varios estudios no lo fue sino que “denunció” a Cristo por pedido suyo, intentó convencer a Cristo de que aprovecharan todo el movimiento y la conciencia que habían logrado para “hacer una revolución libertadora”. Dicen que el mismo Cristo le aclaró que su tarea era para otro reino, no el de la tierra.
La cuestión es que quedó inaugurada una manera de construir socialmente, que la política vino a imitar sobre todo en tiempos democráticos. Los jóvenes de las iglesias que van de misión a llevar la palabra del Evangelio, caminan por las calles, invitan a la gente a escuchar su verdad, ofrecen lecturas, reuniones, organizan actividades en barrios y lo hacen por convicción propia. Los jóvenes militantes hacen exactamente lo mismo.
Los sacerdotes dan un breve discurso en cada misa, comúnmente conocido por sermón. Es un relato donde se interpreta la realidad desde los Evangelios y se invita a los fieles a tener determinadas conductas. El político hace exactamente lo mismo, sino que en lugar de interpretar desde los evangelios lo hace desde su doctrina política. Lo que digo no es novedad, pero se me vino a la cabeza en estos tiempos.
Por más que les pese a algunos, religión y política tienen muchos parecidos. De hecho, muchos de los actuales y de los antiguos dirigentes políticos vienen de las filas de los espacios de militancia joven de las Iglesias.
Lo que si quisiera destacar, y que me ha producido un par de discusiones en estos días, es que muchos de los que hoy defienden a Francisco y escucharon y aplaudieron su discurso, se oponen al voto a los 16 años. El argumento principal es que los jóvenes o adolescentes pueden ser manipulados más fácilmente que los adultos. Argumento que no deberíamos casi ni tener en cuenta porque es un prejuicio, no tiene bases ni científicas ni racionales.
Nada demuestra que los adultos sean más conscientes que los jóvenes. Incluso algunos estudios sociológicos demuestran que los jóvenes tienen una tendencia superior a comprometerse con ciertas causas y sus luchas respectivas, sean políticas, religiosas o sociales.
Por otro lado, si fuese cierto que a los jóvenes se los puede manipular más fácilmente, debería empezar a hablarse de religión en la adultez, ofrecerle una serie de dogmas religiosos y dejar que cada persona mayor de 18 años elija su religión.
Obviamente que esto no ocurre. Los padres enseñamos a nuestros hijos la religión en la que nosotros creemos, y muchas veces hasta nos rehusamos a que tengan la mínima intención de cuestionarla. Pues ahora, habrá que bancársela y dar los espacios para que los jóvenes cuestionen, pregunten, propongan otras lecturas y nos marquen esas contradicciones que ellos ven tan claras y a nosotros tanto nos irritan.
¿Qué tiene la religión que no tiene la política para que una se considere “buena” y la otra “mala” en cuanto a la iniciación joven? ¿Por qué es legítimo imponer una religión a un niño recién nacido y no lo es invitar a un joven de 16 años a que realice elecciones políticas? Ambas actividades pertenecen al plano de lo simbólico, de lo ideológico, porque ofrecen ideas, modos de interpretar el mundo, puntos desde donde pararse a mirar el mundo, elegir, juzgar.
¿Entonces no es igual de legítimo hablar de religión o de política con los jóvenes? Claro que si es igual de legítimo y ambas deben formar parte de las discusiones diarias, de la educación desde la infancia, y debe ser fortalecida y profundizada en la adolescencia y la juventud. Así lo entendió Francisco, así lo vienen entendiendo los movimientos democratizadores de distintos colores políticos dese hace mucho. ¡Bienvenida la claridad que hace visible las contradicciones e hipocresías!¡Bienvenida la juventud a las discusiones de la religión!
2 comentarios
Muy buena la nota, adhiero totalmente a la politización y el debate en todos las edades y órdenes de la vida. Soy ateo, asi que me parece sano (y también extraño) que el nuevo lider del catolicismo anime a la discusión y a la revisión de dogmas, algo inédito en esta institución.
Coincido en gran parte con lo que decís, es más he discutido y defendido la opción de voto a los 16 años, para los jóvenes de nuestro país, pero no estoy tan segura de la comparación que realizas, entre la política y la religión termina siendo muy amplia y hasta confusa, ya que te podría decir, que la religión si bien no es «impuesta» desde chiquitos, a muchos de nosotros, a lo largo de nuestras vidas, termina siendo una opción, no así el discurso político oficialista, que llega a todos, adeptos o no, seguro que en nosotros esta saber y reconocer desde que lugar nos paramos ante ese discurso.
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