Los aumentos en el precio del pan, dicen, obedecen a los aumentos en el precio de la harina. De esta manera, como de costumbre en una economía capitalista, el aumento del precio de un insumo, aumenta los costos, y ese aumento de costos se traslada al precio del producto. Así dadas las cosas, el consumidor tiene que pagar… y sin chistar.
El tema me intriga, y como acostumbro, antes de escribir, leo. Tomo un libro de microeconomía, veo que uno de sus capítulos me ofrece en un título bien grande “Las tres preguntas claves de la economía”. Me da curiosidad. Busco la página y encuentro: “¿Qué se produce? ¿Cómo se produce? ¿Para quién se produce?”.
Lo primero que pensé, es que es imposible que en un país como el nuestro haya acuerdo sobre las posibles respuestas a esas tres simples preguntas. Quizás en las culturas pre o pos capitalistas, éstas respuestas sean más simples, porque la producción se ajusta solamente a lo que se necesita. Pero en un sistema capitalista, que prioriza la “rentabilidad” de lo invertido, la producción apunta directamente a generar ganancias.
Si a alguien se le ocurre recomendar que los seres humanos produzcamos solamente lo que vamos a consumir, se le tilda inmediatamente de hippie, atrasado, retrógrado o comunista. Aunque ese alguien lo justifique desde posturas ambientalistas y humanistas, con argumentos de solidez científica e histórica, no será tomado en serio o no por lo menos por los grandes medios que hacen circular las ideas y los discursos.
Si a otro se le ocurre declamar en vía pública, sobre todo por Facebook, que el problema es la tenencia de la tierra, la distribución de la riqueza, la concentración del aparato productivo en pocas manos, las acusaciones serán similares a la anterior y el destino de sus palabras será la muerte a escasos diez comentarios y a unos veinte “me gusta”.
¿Se parecen las propuestas? No mucho, pero eso no es lo importante, sino descalificar y calumniar a quien no piense en la “rentabilidad”, las ganancias y la explotación de los recursos.
Yo sigo preguntándome, ¿por qué subió la harina? ¿Hubo sequías? ¿Quema de campos sembrados? Se me viene a la memoria la vieja y siempre eficiente frase de Foucault: “el poder no se tiene ni se deja de tener, el poder se ejerce”. ¿Y qué tiene que ver el poder en esto?
Casualmente hace una semana, los sectores que representan a lo que ellos llaman “campo” y todos sabemos que son solo los principales dueños de las más grandes extensiones de las tierras más fértiles del país, hicieron un “cese de ventas”. Paralizan la comercialización de granos, no entran dólares, se resienten algunos sectores económicos que están muy cercanos a ellos, y salen en los medios que defienden y difunden sus intereses anunciando debacles, crisis y porvenires de atraso y hambre. Es como un paro pero de los patrones.
¿Para qué lo hacen? Para ejercer su poder, como lo hacen los sindicatos cuando paran. ¿Qué reclaman? Que se agranden los cupos de exportación, que esos permisos los vuelva a manejar la Sociedad Rural, que no les toquen sus dólares, qué nadie les diga lo que tienen que sembrar y cuándo vender.
Básicamente, el reclamo es que el Estado no intervenga en el mercado, que no es otra cosa que el principal postulado del liberalismo económico. De esa manera, los dueños de la tierra deciden qué sembrar, cómo sembrarlo y comercializarlo, y deciden que es para ellos la riqueza extraída de lo que se produzca.
¿Cuántos habitantes de la Argentina están de acuerdo con ellos? ¿Qué pasaría si se cumplen los deseos de ese sector? ¿Habría más harina? ¿Bajaría el precio de la harina? ¿O crecerían las plantaciones de soja para exportar? ¿O disminuiría la cantidad de harina y subiría más su precio?
¿Qué opina el lector me pregunto? El que tenga clara su ideología liberal capitalista me insultaría (y quizás lo haga en los comentarios), me trataría de vaya a saber qué cosas y me desearía vaya a saber uno que tristes y oscuros futuros. Si no está de acuerdo con el capitalismo quizás tomaría las palabras de Galeano y diría que “no se puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás”. Si está indeciso quizás investigue, busque, pregunte, se informe mejor.
Lo que sí está claro, es que en nuestro país actual, la respuesta a esas “tres preguntas básicas” no está cerrada, se discute, se tiene diferencias. Nuestra sociedad actual no tiene en claro los objetivos de la producción como lo tenían nuestros pueblos originarios, ni tampoco está dispuesta a obedecer y aceptar su no participación en la discusión como era antes.
Estado si o Estado no, esa es la cuestión. A mi modo de ver, que el Estado intervenga tiene siempre algunos riesgos y costos, lo sabemos todos. Pero si el Estado no interviene, el riesgo disminuye y da paso a una certeza: la harina viajará al exterior en busca de dólares que paguen mejor por ella, obteniendo mayor “rentabilidad” para el sector, y menor cantidad de harina a un mayor precio en nuestro país.
La cosa no es sencilla, ni es para tibios el horno, cuando de repartir la torta se trata.
Juan Jofre