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Un día en la maravillosa escuela de La Jaula

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Por Juan Jofré

Yapeyú es su nombre, y se encuentra en el paraje La Jaula, al sur oeste de San Carlos, en el límite con San Rafael. Fundada en 1964 y refundada en un edificio mejor en 1968, la escuela albergue ha vivido varias etapas: fue cerrada en 1980, utilizada como caballeriza de Gendarmería y reabierta por el maestro Ruiz en 1989. Es la escuela  donde aprenden los chicos de los puestos de la zona. Es la escuela donde se respira solidaridad, se inspira libertad y se desbordan los sueños.

Ubicada sobre la Ruta40, aescasos metros del bello Río Diamante, cuenta con un amplio espacio físico bien ocupado y distribuido. Un edificio central donde se encuentran las habitaciones, con camas, cuchetas y ropa de cama muy adecuada y en muy buen estado. Las tres grandes habitaciones tienen sus ventanas, libros, y hasta un televisor cada una. Siempre ordenadas, cuidadas y limpias, en ellas se evidencia el trabajo para que los chicos puedan estar cómodos y extrañen un poco menos sus hogares y familias.

En ese edificio grande también se encuentran las oficinas de la dirección, siempre con las puertas abiertas, la cocina, con heladeras, freezer y los elementos indispensables, el pasillo convertido en obra de arte por los dibujos y frases que componen el preámbulo del medio ambiente, el hall central que se ocupa para almuerzos, reuniones y juegos, y un espacio muy importante dedicado a la biblioteca, con las computadoras, muchos libros, mucha luz solar y un ambiente cálido para la reflexión y la lectura. En los alrededores se encuentra el edificio viejo donde pronto funcionará un museo que materializará muchos recuerdos. También está la canchita de fútbol con piso de tierra, el patio de deportes que sueña con un techo. Por los otros costados aparecen las aulas, el espacio de arte donde se producen y guardan las producciones, que van desde disfraces y caretas, hasta pinturas y collages.

En otra parte del patio, los árboles de duraznos y manzanos plantados por los alumnos, el vivero hermoso y bien construido por amigos e instituciones cercanas y el gallinero armado recientemente. Todo cerrado con rudimentario alambre, mientras se espera por la tela olímpica. Por toda la escuela se ven pequeños molinetes amarillos, que construyen los alumnos reciclando las botellas de lavandina y adornando el paisaje.

Un recorrido construido por maestros y alumnos permite caminar y charlar, mientras grandes y chicos nos explican y muestran con orgullo la flora del lugar. Disfrutamos también con un espacio destinado a escuchar y observar los pájaros y, con el hermoso mirador del río Diamante y el cerro del mismo nombre. Uno ya no se puede resistir al enamoramiento que el lugar provoca. La magia del paisaje, complementada con tanto trabajo, creatividad y esfuerzo, conforman un combo que enternece hasta las piedras.

¿Casualidad? Claro que no. ¿Serán iguales todas las escuelas? Lamentablemente no. ¿Tanta ayuda reciben? No tanta. ¿De dónde sale toda esta maravilla que enamora? Del amor, el compromiso, el trabajo inteligente, la bondad, la capacidad y capacitación, la apertura para escuchar y aprender, la sabiduría y la solidaridad. Quizás otras virtudes más, pero creo que las que menciono pueden funcionar como síntesis.

Cursan en la actualidad 18 niños, que van desde 2º a 7º grado. Todos los padres que vimos y con los que pudimos hablar, están sumamente contentos con la escuela y su funcionamiento. El Concejo Deliberante de San Carlos la declaró en mayo de interés departamental, lo que llena de orgullo a toda la comunidad y ofrece un poco de tranquilidad frente a algunos mal intencionados. Los chicos son amorosos, abiertos y predispuestos, alegres… niños. Pero los educadores somos, lo admitamos o no, analistas críticos de otros educadores. Y aquí radica lo que más admiración me ha despertado.

Soy docente y convencido defensor de que esta tarea no se puede hacer sin amor, compromiso y esperanza, que se traduzca en alegría, unión y trabajo. Pues en la escuela Yapeyú del paraje La Jaula a la seño directora Rosita Hurtado, a las seños Jésica Scarel, Anita Olivares, y a los Profes Diego Canabal, Sebastián Quiroga, Viviana Mansilla y Mariela Valdivia, Mabel Rodríguez y Mariela Paz, les sobran los atributos del corazón y la razón con los que han logrado semejante bello presente de esta escuela. La labor de estos docentes es muy bien acompañada por los celadores Juan Gil, Noemí Villar, Marcela Vargas y Valeria Cabeza. Algunos de ellos son vecinos de la escuela y otros ex alumnos, y se nota que todos aman este lugar, porque regalan sonrisas, orden, limpieza y deliciosas comidas.

Este maravilloso grupo humano funciona como un verdadero equipo a la hora de trabajar, cuidando y enseñando a los estudiantes, procurando alcanzar el objetivo institucional de que los pequeños conozcan y valoren lo suyo, al mismo tiempo que amplíen ese conocimiento para manejarse en otros ámbitos de la vida y así mejorar lo propio sin nunca dejar de valorarlo. Esto se torna notable viendo a los chicos desempeñarse o respirando el clima de pertenencia y calidez, o leyendo cada una de las carteleras llenas de esperanza y mensajes claros de aliento, futuro y memoria.

Para quien tuvo la suerte de compartir con ellos unos días, es fácil descubrir el verdadero significado de la palabra solidaridad. No caridad, de esa que uno hace regalando algo que ya no me sirve tanto, sino la verdadera solidaridad, esa que se practica cuando uno da y recibe de igual a igual. Uno va y lleva algo, su visita, su sonrisa, su historia o alguna donación que sirva, pero si se queda un ratito, recibe el doble de lo que llevó, con sonrisas, historias, bondad.

Defensa Civil ayuda con la guardia de radio las 24 hs, y usted lector también puede ayudar. Hay muchos sueños por cumplir: una reglamentación clara para escuelas albergues, mejores condiciones para niños y docentes, el techo del patio, el cierre olímpico, instrumentos musicales, juegos y otros objetos que aporten. Pero también su tiempo, su solidaridad, alguna propuesta, todo puede contribuir a lograr el sueño de que “todos estos niños sean  protagonistas del futuro, conservación y potenciación de este lugar”.

Podría llenar cien páginas, pero el espacio es tan tirano como el tiempo. A quien no conoce la escuela, no me crea nada de lo que aquí está escrito y anímese a llevar algo importante, le garantizo que se trae el doble. A quienes hacen la escuela ¡Mil gracias por recibirnos y brindarnos tanto amor!