“Si una parte de la economía, varios sectores, empresas, universidades, se dedican a entender al consumidor, saber cuáles son sus necesidades, definir cómo, cuándo y dónde atacarlo, formular estrategias que lo atraigan, le causen sentimientos diferentes. Si tantas industrias saben de nosotros, los consumidores. ¿Por qué nosotros, los consumidores, no sabemos tanto de la industria? ¿Por qué como consumidores se nos escapan muchos conocimientos de aquellos que viven pensando en nosotros?”
Comenzaré hablando de un fenómeno económico social que hoy nos quita el sueño. Seamos grandes o chicos todos la sufrimos, y aunque muchos discutan sus valores, ninguno niega su existencia. La inflación es la vedette de la economía argentina actual.
Carece de fundamento la posibilidad de explicar qué es la inflación. Pues lo sabe la señora que compra todos los días en la despensa, en el supermercado, o el señor que ofrece un servicio o carga combustible a su vehículo para trabajar. Lo cierto es que las cosas aumentan.
Este fenómeno, constituye entonces el gran desafío del consumidor. Cómo ganarle a la inflación con los muchos o pocos pesos que tiene, es una pregunta recurrente que se hace éste importante personaje de la economía.
El consumidor es el último de la cadena de valor de cualquier bien o servicio. Es la razón para lo cual fueron creados innumerables artículos, técnicas de marketing, frases, publicidades, muebles, medicamentos, estrategias comerciales, proyectos, etc. Podría mencionar un sin fin de productos o cosas que sistemáticamente se han basado y se basan en el consumidor.
La duda entonces es, si una parte de la economía, varios sectores, empresas, universidades, se dedican a entender al consumidor, saber cuáles son sus necesidades, definir cómo, cuándo y dónde atacarlo, formular estrategias que lo atraigan, le causen sentimientos diferentes. Si tantas industrias saben de nosotros, los consumidores. ¿Por qué nosotros, los consumidores, no sabemos tanto de la industria? ¿Por qué como consumidores se nos escapan muchos conocimientos de aquellos que viven pensando en nosotros?
Este es el motivo de la cuestión. Y pasa por la educación. Debemos día a día ser más y mejores consumidores. Educados en el arte de comprar para satisfacer nuestras necesidades. No debemos comprar desde una necesidad generada por un vendedor hábil. Debemos hacerlo con conciencia, sabiendo que estamos consumiendo un producto, que a la vez insumió recursos, otros productos, energía, mano de obra. Saber qué queremos, cómo lo queremos y a cuánto, debe constituir el arma más poderosa para defendernos como electores últimos de la cadena de valor.
El consumidor tiene el poder, la elección, la decisión en sus manos, de hacer que un producto baje y suba de precio, funcione en el mercado y haga ricos a sus mentores, o simplemente desaparezca y muera.
Suena fácil decirlo, pero es difícil negarse a comprar algo. Como consumidores debemos saber expresar el poder que tenemos, sólo así podremos hacer que algún precio o muchos se amolden a nuestro presupuesto, a nuestra necesidad, una necesidad verdadera, original, real. No una creada.
Podemos potenciar nuestras necesidades y hacer rendir nuestro presupuesto formando pequeños grupos, con otras familias, vecinos, amigos. Recorrer dentro de las posibilidades, lugares para encontrar la mejor calidad al mejor precio. Comprar en los lugares aledaños, que muchas veces tienen mejores precios que los grandes polos de venta, en definitiva hacer valer nuestra figura de consumidores. Hoy somos los responsables, depende de nosotros darle un giro a los precios.
El poder, está en educarnos como consumidores, el poder está en nuestras manos.
*Contador Público Nacional, Estudio Rousseau & Asociados