El 10 de noviembre se celebra el Día de la Tradición, el cual fue instituido en esta fecha como homenaje de José Hernández, el autor del Martín Fierro, escritor nacido el 10 de noviembre de 1834.
Se trata de la obra cumbre de nuestra literatura, en la cual la frescura de sus versos, unida a la profunda filosofía de vida que trasluce, hace que todavía se mantenga vigente, y por lo tanto, algo así como “una biblia gaucha”.
Pero antes de seguir avanzando, digamos qué es la tradición, consistiendo la misma en la comunicación o transmisión de noticias, composiciones literarias, ritos, costumbres, hechas de padres a hijos en el correr de los tiempos, y por lo tanto sucediéndose en las generaciones.
Se trata entonces, de la herencia que una generación recibe de la anterior, para que a su vez la transmita a la siguiente, y así sucesivamente.
Veamos también de qué se trata el gaucho, palabra que se utilizó en regiones del Río de la Plata y en Brasil, para designar a los jinetes de la llanura o la pampa, dedicados a la ganadería. Sobre este término se han propuesto incontables etimologías, siendo “gauderio” una de las voces que aparece relacionado con esa definición. La palabra gaucho fue aplicada generalmente al elemento criollo o mestizo, pero no puede adjudicársele un sentido racial, sino de sentido étnico, ya que también fueron gauchos los hijos de los inmigrantes europeos, los negros, y también los mulatos que aceptaron ese género de vida.
A comienzos del siglo XIX esa palabra tenía un sentido diferente, pues evocaba al hombre de campo al margen de la sociedad, en tanto que con el correr del tiempo se fue modificando su interpretación con el auge de una literatura popular que presentaba al gaucho como un genuino hijo del país.
El escenario en el cual se desenvolvió el gaucho fue la llanura que se extiende desde la Patagonia hasta al Estado de Río Grande do Sul, en Brasil. Sin dudas una extensión enorme por la cual deambularon los gauchos, reconocidos como hábiles jinetes y criadores de ganado, destacándose por su destreza física, su altivez, como así también su carácter reservado y melancólico.
Casi todas las faenas realizadas por el gaucho eran de a caballo, el cual se constituyó no solo en su mejor amigo, sino en toda su riqueza. El lanzamiento del lazo, la doma, los rodeos de hacienda y las travesías por la llanura, eran las principales actividades del gaucho, que llevaba adelante con una maestría tal que significó su distinción en la pampa.
El campo fue desde siempre el escenario del gaucho y allí desarrolló su vida, ya que además de sus labores, tal como fueron descriptas, también participó de luchas heroicas por la Independencia, inmortalizando su nombre en las legiones de Martín Miguel de Güemes, razón por la cual el fondo étnico de nuestra raza en formación, reconoció en la estirpe gaucha su más valorado caudal.
El gaucho fue cantado en su figura en miles de poemas e historias por las plumas de Lugones y de Hernández, y también por las de otros extranjeros que amaron nuestras tierras como las suyas propia, tales los casos de Hudson y Cunningham Graham.
También sufrió el gaucho muchas vituperaciones y descréditos, tal vez olvidando lo que la patria le debe a su valor y sacrificio. Justamente por esa deuda de gratitud, en 1921 la Junta de Historia y Numismática Americana le rindió homenaje a Güemes en el centenario de su fallecimiento, esculpiendo una medalla que llevó esta inscripción: “A los heroicos gauchos. La Patria los llamó a defender sus fronteras del Norte”.
Por todas estas razones que exaltan la figura del gaucho, es que este 10 de noviembre celebramos el Día de la Tradición, recordando a José Hernández, el escritor mayor de la historia en materia gauchesca con su inmortal Martín Fierro.