Dicha fecha conmemora la primera transfusión sanguínea realizada por el doctor Luis Agote.
Si hablamos de transfusión hay que contar la historia del doctor Luis Agote. Y sabremos por qué el 9 de noviembre se instituyó como Día Nacional del Donante Voluntario de Sangre.
Luis Agote había nacido el 22 de septiembre de 1868 en la ciudad de Buenos Aires, graduándose de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1893. Al año siguiente fue nombrado Secretario del Departamento Nacional de Higiene y luego director del Lazareto que funcionaba, desde la época de la epidemia de fiebre amarilla, en la isla Martín García. Llegó a ser jefe de sala en el Hospital Rawson y desde 1915 hasta 1929 se desempeñó como profesor titular de Clínica Médica.
Fuera de su actividad como médico y profesor, en 1912 fue Comisionado Municipal del Partido de General San Martín y dos veces diputado nacional. Sus proyectos más recordados son la creación de la Universidad Nacional del Litoral, la anexión del Colegio Nacional de Buenos Aires a la UBA y un Patronato para menores. Fue autor de varios libros, en los que incursionó en varios géneros, como la poesía y la biografía.
Su descubrimiento
En 1911 fundó el Instituto Modelo de Clínica en el Hospital Rawson. Comenzó estudiando cómo parar las hemorragias en pacientes hemofílicos; luego sus investigaciones se centraron en hallar un método que evitase la coagulación de la sangre y así poder conservarla. Hasta comienzos del siglo XX las transfusiones se hacían directamente de dador a paciente.
Junto al laboratorista Lucio Imaz Apphatie primero probaron con el diseño de recipientes especiales; luego experimentaron someter a la sangre a distintas temperaturas pero el líquido, ante la sola exposición del aire, se coagulaba. Hasta que el doctor Agote probó con agregarle citrato de sodio, que es una sal derivada del ácido cítrico presente, por ejemplo, en el limón.
Guardó la mezcla y pasadas dos semanas comprobó que la sangre no se había coagulado. Y en el mismo sentido, comprobó que el citrato de sodio era perfectamente eliminado por el organismo. Comenzaron experimentando transfusiones con perros entre razas diferentes y no observaron rechazos.
La primera prueba con humanos la hicieron el 9 de noviembre de 1914 con un enfermo de tuberculosis y el portero del Instituto, Ramón Mosquera, quien fue el donante. El doctor Ernesto Merlo supervisó la técnica. Y fue con éxito. El mismo llegó a transfundirse.
El 15 de noviembre de 1914 ante la presencia de autoridades se realizó otra demostración. Enrique Palacios, Intendente Municipal; Epifanio Uballes, rector de la UBA; Luis Güemes, decano de la Facultad de Medicina y Baldomero Sommer, Director General de Asistencia Pública fueron los testigos de la transfusión.
La paciente era una pálida parturienta que «esperaba con gran temor, lo que ella supusiera cruenta operación», según la crónica de la época, que recibió 300 cm3 de sangre que le habían extraído de su brazo derecho al carpintero del Instituto, señor Machia. La sangre donada estaba en un recipiente –posteriormente bautizado como «Aparato modelo Profesor Agote»- donde se mezcló con el citrato de sodio al 25% y luego se la inyectaría a la mujer. A los tres días, la paciente recibió el alta.
Días después sería el turno de Casimiro Bobigas, que estaba internado en el Rawson. Los donantes fueron Francisco Méndez y Ramón Más, según lo consignó la revista Caras y Caretas.
El descubrimiento, que Agote se negó a patentar pero sí ceder a todos los países que en ese momento estaban en guerra, salvaría millones de vidas. Lo comunicó a los medios de prensa, a los embajadores de los países involucrados en la Gran Guerra y a las revistas médicas internacionales. Que la noticia fuera publicada por el diario New York Herald sirvió para la misma diese la vuelta al mundo.
Agote publicaría, ese mismo año, el trabajo “Nuevo método sencillo para realizar transfusiones de sangre”.
Hubo intentos de profesionales de otros países en adjudicarse la primicia del hallazgo. Albert Hustin, de la Academia de Ciencias Biológicas y Naturales de Bruselas y Richard Lewisohn, del Mount Sinai Hospital, de Estados Unidos, mantuvieron una larga polémica con Agote, ya que ellos también estaban trabajando en el mismo sentido.
Agote falleció el 14 de noviembre de 1954, exactamente 40 años después de su descubrimiento. Fue en su casa de la calle Pretti 311, en Turdera, casi frente a la estación del ferrocarril. La noticia de su muerte pasó casi desapercibida.
El día anterior había llegado a Buenos Aires la urna con las cenizas del suizo Aimé Félix Tschiffely quien entre 1925 y 1928 con dos caballos –Gato y Mancha- había unido las ciudades de Buenos Aires y Nueva York.
Un imponente desfile del que participaron cadetes del Colegio Militar, motociclistas de la Escuela de Policías, paisanos en sus caballos y agrupaciones tradicionalistas escoltaron la urna desde el Parque Tres de Febrero hasta el cementerio de la Recoleta, opacaron su desaparición física. Por suerte, en la actualidad hay escuelas, institutos médicos y calles que homenajean a quien, sin buscar ningún rédito, hizo una contribución enorme a la humanidad.
Fuente: Infobae
Otras Efemérides
1934 se inauguró la Línea C de Subterráneos.
1943 nació Horacio Pagani, periodista deportivo argentino.
1948, nació Carlos Loiseau “Caloi”, dibujante argentino.
1962 nació el ex futbolista y entrenador Sergio Batista. El “Checho” fue campeón de América con Argentinos Juniors y ganó la Intercontinental con River. Además, salió campeón del mundo en México 86 y dirigió la Selección Argentina en la Copa América 2011.
1989 caída del Muro de Berlin. Un bloque de 45 kilómetros que dividía Alemania en Federal y Democrática.
1997 murió Helenio Herrera, futbolista que nació en Argentina y desarrolló la mayor parte de su carrera en Francia. Fue un destacado entrenador, que con el Inter de Italia fue dos veces campeón de Europa y el mundo.