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Radioaficionados comprometidos con la comunidad sancarlina y la comunicación

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Prestan un servicio muy importante, sobre todo en lugares más alejados, de difícil acceso para los sistemas de comunicación actual.

En el mundo de la hiperconectividad; ellos eligen entender el proceso. Son un grupo de amigos artesanos y estudiosos de la comunicación y sus “entrañas”. Con rigor científico y pasión, se preparan para actuar como “rueda de auxilio” y estar disponibles a entrar en la cancha “cuando los otros sistemas actuales fallen”.

La espera no es pasiva en su bunker de La Consulta. Desde allí, capacitan a nuevos ‘discípulos’. Estudian métodos, aparatos y posibilidades de la radiofonía. Ayudan a los puesteros del sur y escuelas alejadas en su comunicación.

Asesoran y mantienen el equipamiento de instituciones públicas y asociaciones. Conectan y rastrean a personas en distintos puntos del mundo. Y también tienen tiempo para algún “asado de camaradería”.

Este fin de semana, se celebró en el país el día del radioaficionado y los 48 socios activos del Club San Carlos lo festejaron como bien saben hacerlo: en equipo, disfrutando de este hobbie-ciencia y poniéndolo al servicio de la comunidad (ver aparte).

Aunque la institución no tiene muchos años de vida (nació con personería jurídica el 1 de mayo del 2013), la actividad se practica en este departamento valletano desde hace más de 50 años.

La participación activa del Club en la comunidad ha despertado el interés en los vecinos y en los últimos años ha surgido un gran número de nuevos socios, muchos vinculados con el trabajo en medios locales.

Su presidente, Darío Castro, asegura que el avance permanente de la telefonía celular los «ubicó en otro rol», pero que los radioaficionados siguen gozando de «vigencia». Ellos lo demuestran a diario.

Justo por estos días están organizando un mega simulacro sísmico junto con Defensa Civil de San Carlos, manteniendo equipos de centros asistenciales, dando charlas a jóvenes y quieren organizar para el año próximo una experiencia similar a la de Tucumán, donde los chicos de una escuela pudieron hablar por unos minutos con un astronauta en el espacio.

“La diferencia central es que nosotros no dependemos de ninguna operadora para comunicarnos. En casos de tragedias -como demostró el terremoto de México- donde los sistemas colapsan o son intervenidos; nuestros equipos siguen prestando servicio”, explicó Darío, quien comentó que -tiempo atrás- ayudaron a que una mujer diera con su familia en una ciudad de Estados Unidos, llamada Valdosta Georgia.

“Es verdad que lo vivimos como un pasatiempo, pero no califica de hobbie porque todo está reglamentado, implica estudiar y acreeditar, dependemos de un ente nacional”, aclara Héctor González, quien cumplirá pronto los 50 años de radioaficionado (por lo que recibirá una categoría honorífica, la cual no se puede obtener rindiendo) y es capacitador.

Don Héctor se “flasheó” con un equipo de radioaficionado, cuando fue de niño junto a su padre a cortar maderas a la finca de Carlos Cubells. “Lo ví en el taller y me llamó poderosamente la atención. El español creía que explicarme era tiempo tirado, pero yo era muy insistidor. Me terminó mostrando cómo hablaba con su familia de Catalunia y dije yo quiero hacer eso”, cuenta el experto.

El sancarlino viene de una familia muy humilde y asegura que en su tiempo querer tener un equipo de radio era como “estudiar para navegar platos voladores”.

Sus padres le llevaron el apunte más por cariño, que por convicción. Los pocos aficionados de entonces lo adoptaron como aprendiz (además de Cubells, el ex intendente Pedro Notti y el ingeniero José Luis Vera).

“Antes, armábamos nuestros equipos, ahora es más el estudio y el manejo de las técnicas”, explica González, quien debió aprender Inglés. El hombre asegura que la radio le ayudó a abrirse camino en la Marina, en YPF y hasta en el estudio de la Informática, donde se jubiló como docente hace poco.

Pero también lo llevó a conocer personalmente al Rey de España, a Obama (ex presidente de EEUU), un cardenal católico de Chile y hacerse amigo de muchas personas, que ni siquiera sabía la historia y poder que tenían.

Marcos Carrera trabaja hace años en una FM local. Hace unos meses rindió el curso que le otorgó la licencia. “Siempre estuve solo frente al micrófono, pero aquí hay un feedback muy interesante. Aprendemos a crear equipos, a hablar en códigos, a conocer realmente como funciona la ‘cosa’ en comunicación”, se ríe el periodista,

Un festejo entre amigos

El viernes pasado, como lo hacen una vez por mes, los casi cincuenta socios del club de San Carlos se reunieron en su sede de la calle José V. Zapata de La Consulta. Como siempre, proyectaron nuevas metas, compartieron experiencias, estudiaron los nuevos  equipos que han logrado obtener y brindaron por la amistad.

“Eso es lo que da sentido a todo, somos antes que nada un grupo de amigos que comparten los mismos intereses”, señaló Castro. Fue un viernes especial porque el 21 de Octubre se celebra en el país el Día del Radioaficionado. A principios de siglo, el Ministerio de Marina regulaba el espectro radioeléctrico y fue quien otorgó la primer Licencia de Radioaficionado a Teodoro Belloq, el 15 de Octubre de 1913.

Éste instaló una estación radiotelegráfica en Capital Federal y otra en una quinta en el Partido de San Isidro, provincia de Buenos Aires. Los radioaficionados eran un grupo chico y conocido por hacer cosas raras, algo así como los alquimistas del 1900.

El 21 de octubre de 1921 se reunió un calificado grupo en asamblea en el Diario “La Prensa” y fundó el Radio Club Argentino, el que pasaba a ser históricamente el tercer radio club del mundo.

Fuente: Los Andes (Gisela Manoni)