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El 25 de julio de 1988, Tunuyán vivía un día trágico, con tiros, varios heridos y dos muertos

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por Jorge Emmanuel García

El hecho sucedió en el Barrio Urquiza, donde un vecino sacó su escopeta y comenzó a disparar dejando 4 heridos y un muerto. Minutos después se suicidó en el interior de su casa. 

Era un día lunes donde todo estaba muy tranquilo, una jornada normal que amaneció con un sol radiante; ninguno de los vecinos de la calle Olazábal de La Sidrera se hubiera imaginado lo que sucedería en horas de la tarde.

El reloj indicaba las 18:15 de aquel lunes, cuando por aquel entonces el ex juez de paz de Tucumán, Marcelino Andrade, de 66 años de edad, sacó su escopeta  calibre 16 y desde de la puerta de su casa comenzó a disparar contra los transeúntes que ocasionalmente pasaban por el lugar.

De los disparos que ejecutó el tirador, el primero impactó en un jovencito, llamado Silvio Campos, tenía 13 años y al momento de ser alcanzado por el disparo, andaba en bicicleta frente a la casa del ex juez, en calle Olazábal.

El segundo tiro ejecutado por Marcelino Andrade, hirió a Jesús Oropel, un vecino que al ver el cuerpo de Silvio tirado fue a socorrerlo y recibió un impacto que rozo su cabeza y unas partes de su cuerpo.

El tercer disparo fue letal, la víctima, Luis Amaya, en su afán de ver que estaba sucediendo, también salió a la calle y un tiro en la cabeza terminó con su vida en el hospital, horas después del hecho.

El cuarto gatillo que realizó el propio Marcelino, desde la puerta de su casa, encontró la humanidad de Jacinto Amaya de 16 años (hermano de Luis y tío de Silvio), el quinto disparo fue para Gustavo Campos de 15 años (hermano de Silvio).

Todas las victimas del ex juez de paz recibieron los disparos a escasos metros, con una escopeta calibre 16, cuando quieran socorrer al adolescente Silvio Campos que estaba en el suelo.

Luego de protagonizar esa escena, escalofriante y muy aterradora, la calle Olazábal paso de la tranquilidad a un mar de gritos, pedidos de ayuda y mucho miedo de los vecinos que no querían salir de sus casas y miraban desde la ventana lo que sucedía.

Minutos antes de que arribara la policía al lugar, el jubilado Marcelino Andrade se dirigió al comedor de su vivienda y se ubicó la boca del caño de la escopeta bajo su barbilla y puso punto final a toda la cacería humana que provocó.

Por aquel entonces, luego de todo lo sucedido, el parte médico de los heridos arrojó que Silvio Campos tenía múltiples heridas en el cráneo, rostro y una torácica.

Gustavo Campos, presentaba heridas múltiples de bala en el tórax, cráneo, rostro y estallido del ojo derecho.  Su estado era muy grave.

Jacinto Amaya, como consecuencia del disparo, resultó con heridas múltiples en cráneo, rostro y estallido de uno de sus ojos.

Los tres heridos fueron atendidos en un primer momento en el hospital departamental, pero debido a sus graves heridas fueron trasladados al Hospital Central, donde lentamente fueron evolucionando.

Con respecto a su actual paradero, pudimos investigar que ambos hermanos, tanto Silvio como Gustavo Campos, viven en el sur de nuestro país desde hace muchos años.

Armando Oropel, quien también resultó herido, no fue trasladado a la ciudad pero debió ser hospitalizado e intervenido por una herida en su hombro derecho y también porque dos perdigones quedaron alojados en su cabeza.

Oropel un ex suboficial de Gendarmería Nacional, actualmente sigue viviendo en su casa, la cual es lindante con la vivienda donde vivía Marcelino Andrade en el año 1988.

El lugar del hecho, 29 años después

El tiempo sigue pasando, y ya a casi 30 años de aquella trágica tarde de gritos, tiros y sangre, poco se sabe de cuál fue el motivo que llevó a Marcelino Andrade a cometer tal masacre. Una versión habla de que padecía una enfermedad terminal. Otra dice de que estaba cansado de que algunos adolescentes le realizarán bromas muy pesadas todos los días, como arrojarle botellas con orina a su casa, que le cortarán la luz reiteradas veces al día y hasta que pasarán a insultarlo por casualidad.

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Hablando con diferentes personas, vecinos y conocidos del ex juez de paz Marcelino Andrade, todos coincidieron en algo, siempre fue una persona tranquila, un excelente vecino que nunca tuvo problemas con nadie.

También contaron que el mismo día que cometió la balacera, Marcelino estuvo horas antes en casa de un vecino amigo de él jugando una partida de truco y se lo veía muy bien de ánimo y de salud.

Información brindada por allegados a la familia, que por temas personales no quieren dar a conocer su identidad, confirman que si existía una enfermedad y que días antes él había estado internado.

Otro familiar directo de Marcelino habló con el Cuco Digital y dijo: “La enfermedad que él presentaba, era una enfermedad común de su edad, no era nada terminal como se dijo en aquél año”, contó la persona.

Además agregó: “Él me contó lo que sucedía con estos adolescentes y de lo que le hacían a diario, como cortarle la luz reiteradas veces y hasta una vez le mataron unos pájaros y se lo tiraron arriba del techo de la casa”.

“Yo nunca le di importancia a ese problema, pero tampoco nunca me imaginé que todo iba a terminar de la forma que terminó, hasta el día de hoy yo no encuentro una explicación a esa decisión”, finalizó este familiar directo.

Otras de las cosas que pudimos corroborar a través de entrevistas realizadas a personas del barrio y que conocían a Marcelino, era que llegó un momento en el que el hombre no aguantó más. En el último tiempo tenía mucha impotencia y nerviosismo, por lo que vivía a diario con cada episodio y eso puede haber sido un desencadenante de lo que terminó en tragedia.