> Calendario del Archivo de Noticias <

María: la historia de una mujer rural con aperos de lucha

WhatsApp
Facebook
Twitter
Imprimir

Por Alejandrina Zotelo

Ante la prosperidad de la naturaleza diversas historias se siembran. En cada surco una huella queda plasmada, una marca silenciada,  un sello inadvertido. La tierra se convierte  en único testigo, y como cómplice observa el esfuerzo constante de mujeres que día a día labran la riqueza de los campos fértiles, de mujeres luchadoras que resisten, que abrazan y estremecen.

En este sentido tras un encuentro, el deseo de brotar andares y narrar sobre “desconocidas” que no se inscriben en los libros,  el  siguiente escrito refleja la vida de una mujer que trabaja en la inmensidad de la naturaleza y que afronta con 63 años la adversidad y el vertiginoso desafío del tiempo.

María Flores es trabajadora rural y desde adolescente transita por viñedos y huertas. Actualmente, además, posee una pequeña tierra en la que cultiva verduras para luego venderlas en la “Feria de Productores Minoristas Unidos de San Carlos” que se realiza los sábados en el Parque Uco de Eugenio Bustos.

Graciosa y audaz María es una de las contadoras de chistes del grupo de feriantes. Vive en Chilecito y trabaja como obrera “desde toda la vida” según confiesa.

Fuertemente activa mantiene una rutina cargada de trabajo en algunas fincas como empleada y continuamente en su pequeña parcela que le demanda,  como expresa, sumo cuidado y atención. “En mis días de descanso tengo que estar ahí cuidando. Mas ocupada estoy “dice.

María tiene cuatro hijos y  trece nietos. Su familia representa un gran tesoro y  por ellos ha batallado a capa y espada desde que su marido luego de 16 años de matrimonio se alejó dejándola con sus niños en un desierto de soledad. “Fue difícil. Toda mi vida trabajando en tierra, haciendo de todo, plantando tomate, cosechando fruta. Todo lo que se pudo hacer, lo hice” admite con su mirada apenada por aquel pasado.

Sin embargo, ya veinte años pasaron de dicha separación y hoy con sus interminables fuerzas camina consciente de que logró y logra cotidianamente permanecer y subsistir.

Así con un largo recorrido la pequeña productora admite lo difícil que es mantenerse de pie ante el arduo trabajo que implican las actividades de campo; reconoce lo complicado que resulta transitar por un contexto en el que inexplicablemente las mujeres muchas veces son sometidas y desvalorizadas por el simple hecho de ser mujer. “Los patrones nos quieren desvalorizar. Eso es lo que hace mal a veces” concluye.