Hoy no pretenderé dar cátedra de buenos modales democráticos, solo me remito a pensarme como ciudadano, como argentino, como humano… reflexionar, repensar sobre mi historia, sobre la historia de un país que me es más o menos cercano, y aunque me duela mi Patria sabré que hoy pensamos gracias a los que no pudieron pensar más.
Pareciera mentira, pero un 24 de marzo de 1976 un grupo de delincuentes y asesinos se hizo cargo del país. Es impensado, pero lo real es que un día la Argentina se levantó con un “nuevo gobierno” (como tituló el diario Clarín), y las cosas ya no seríaan como antes, eran los tiempos en los que alguien empezó a faltar, a no volver, a desaparecer…
No me acerco en lo más mínimo al dolor de las víctimas del terrorismo de Estado, mi dolor es el de los casi cuarenta millones de argentinos, y digo casi porque seguramente hay un grupo de canallas que no sienten el dolor: por suerte se encuentran en el banquillo de los acusados, rindiendo cuenta a la justicia, la misma justicia que ellos no garantizaron a treinta mil hermanos.
Mientras tecleo estas letras intento darme una explicación, ¿Qué fuerza mayúscula pudo forjar tremendo acto de maldad? ¿Qué argentino bien nacido es capaz de matar a otro argentino? ¿Cómo un Estado puede asesinar sin la más mínima compasión a treinta mil hombres y mujeres? Las explicaciones nunca son completas, porque a los relatos le falta la palabra de nuestros hermanos desaparecidos.
Intenté buscar algo de información que quizás diera sustento académico a mi escrito y por lo pronto explicara desde alguna óptica mis cuestionamientos. Fue inútil, la búsqueda se torna borrosa, mis palabras no podrían pertenecer a la academia, y al calor de una fecha tan significativa solo resultaría anecdótica.
Hoy a 36 años de aquel fatídico hecho, las verdades asoman a una luz algo intermitente pero que al fin y al cabo alumbra. Sabemos que no fueron los milicos solos, fueron las fuerzas económicas de acá y del norte que en la búsqueda para instalar un modelo económico de saqueo, se llevaron puesto a un pueblo; sabemos de la crueldad de los hechos ,aunque el término “crueldad” no basta; sabemos que el brazo que ejecutó el plan traído desde el norte (las dictaduras militares latinoamericanas son producto de un plan sistemático diseñado por los Estados Unidos, denominado “Plan Cóndor”), fue ejecutado por las Fuerzas Armadas, que no solo torturaron y desaparecieron personas, sino que se robaron más de quinientos bebes, delito que hoy se sigue cometiendo: hay casi cuatrocientas personas de alrededor de treinta y treinta y cinco años que desconocen su identidad y son buscados por sus abuelas y familiares.
Aunque sabemos, todavía no establecemos claridad como sociedad, no logramos vislumbrar el valor de la situación que hoy vivimos, no logramos entender el valor de la democracia, creemos que la lejanía en el tiempo nos da autoridad para pretender superar un dolor que va estar por siempre en la vida de nuestra Nación.
Hoy no pretenderé dar cátedra de buenos modales democráticos, solo me remito a pensarme como ciudadano, como argentino, como humano… reflexionar, repensar sobre mi historia, sobre la historia de un país que me es más o menos cercano, y aunque me duela mi Patria sabré que hoy pensamos gracias a los que no pudieron pensar más.
Va por mis hermanos, los que vuelven cada vez que los trae el pensamiento, treinta mil compañeros desaparecidos presentes ahora y siempre, ahora y siempre, memoria, verdad y justicia y ese es un canto a la esperanza.