Los expertos apuntan a que el fenómeno de La Niña continuará hasta marzo y prevén que El Niño llegue a finales de año, aunque aún no hay certeza de con qué fortaleza.
América Latina y el Caribe conocen bien los cambios repentinos de temperatura. También tienen experiencia en vivir los fenómenos de El Niño y La Niña, un patrón climático caracterizado por temporadas cálidas, en el primer caso, y un enfriamiento, en el segundo, que le han pasado factura a esta parte del continente. Según Raúl Salazar, jefe de la Oficina regional para las Américas y el Caribe de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, “la región ha asumido el 43% de las pérdidas económicas globales” relacionadas a estos cambios.
De hecho, el año que acaba de pasar, 2022, estuvo marcado por un fuerte fenómeno de La Niña en varios países. En Colombia, explica Diana Giraldo Méndez, investigadora del equipo de acción climática Alianza Bioversity (CIAT), las lluvias en algunos casos llegaron a ser 60% superiores a los promedios, lo que llevó al Gobierno a declarar el estado de emergencia. Mientras “en países como el sur de Brasil, Argentina y Chile las condiciones de intensa sequía por el fenómeno de La Niña han afectado los cultivos, secando ríos e impactado la generación hidroeléctrica”.
Pero este fenómeno no ha terminado. Como cuenta Franklyn Ruiz, parte del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam), los pronósticos meteorológicos apuntan a que culmine solo hasta finales del primer semestre, por lo que en ese país las lluvias continuarán. Pero se trata, también, de una de las temporadas frías que más se ha prolongado. “La Niña, que comenzó en septiembre de 2020, no se ha ido. En Centroamérica y el Caribe las lluvias seguirán por encima de los promedios”, sentencia Giraldo. “Aunque tiene algo excepcional y, de confirmarse las predicciones, sería el primer fenómeno en este siglo que dure tres años”, agrega la experta.
Estas son algunas claves de lo que podría suceder a nivel climático en la región durante el 2023 y cómo algunos países se están preparando.
Lo que se sabe sobre El Niño
Tras el fin de La Niña y especialmente hacia el oeste de Suramérica, hay un 82% de probabilidad de que se dé un periodo estable entre los meses de marzo, abril y mayo, explica Ruiz, del Ideam. Es decir, esos serían meses ni de muchas lluvias ni de sequía. Pero, más adelante, comenta, “hay más posibilidades de que sé de un evento cálido”, ya que, para agosto, septiembre y octubre, hasta el momento hay una probabilidad del 66% de vivir un fenómeno de El Niño. Sin embargo, y como lo comenta el doctor Ken Takahashi, investigador científico del Instituto Geofísico de Perú, a estas alturas del año, las predicciones aún tienen mucha incertidumbre, por lo que “los países deberían esperar hasta los pronósticos de mayo para tener una mejor idea si nos dirigimos a un Niño”.
¿Por qué los expertos insisten en la prevención?
Si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es que la prevención y los mecanismos de atención temprana son claves para evitar males mayores. En palabras de Salazar, “garantizar un mundo seguro de cara al futuro climático es el mayor bien público que pueden ofrecer los Gobiernos”. Takahashi añade: “Es importante que los países cuenten con una cultura de prevención y que reduzcan la vulnerabilidad de su ciudadanía. Las predicciones de El Niño y La Niña pueden servir para complementar y reforzar dichas medidas”.
Entre las recomendaciones principales destacan tres. La primera está relacionada con mejorar las métricas de adaptación y gestión de riesgos responsables de medir la emergencia climática. “Una mejor gestión minimiza los efectos adversos y crea oportunidades para transformar los sistemas y las sociedades”, explica Salazar.
La segunda medida que se ha de reforzar es el empoderamiento de las comunidades, ya que son las zonas rurales y remotas las que más suelen verse afectadas. “Las comunidades deben tener fácil acceso a la información sobre los riesgos climáticos, los impactos asociados y el costo de la inacción, para apreciar mejor las afecciones de sus acciones”, dice. Además, Salazar apunta que es importante invertir en sistemas de infraestructura sostenibles y resilientes. Giraldo, del CIAT y candidata a Doctorado de la Universidad de Reading, de Reino Unido, también defiende que los agricultores tomen sus propias decisiones en base a la información climática y sus demandas “independientemente de su nivel de alfabetización”. “Es por ello que hemos venido trabajando en los Servicios Integrados Participativos de Clima para la Agricultura (PICSA). Además, los jóvenes en el campo son generadores de cambio en sus comunidades”, dice.
Es tal la importancia que recibe este enfoque que el 28 de febrero se celebrará la VIII Plataforma Regional para la Reducción del Riesgo de Desastres en las Américas y el Caribe, en Punta del Este, Uruguay, para ampliar la conversación sobre la ciencia y la tecnología aplicada a los desastres. “Es una pieza fundamental en la construcción de sociedades más resilientes, seguras y con un futuro mucho más próspero y equitativo”, dice Salazar.
¿Se está preparando la región?
La experiencia y la presencia de estos fenómenos ha ido mejorando la gestión de la región. En América Latina se han producido importantes inversiones para fortalecer las instituciones especializadas y se han creado otros sistemas de alerta temprana y mejorado otros protocolos que se crearon en los años 80.
Sin embargo, cada país ha tomado iniciativas propias. Grinia Jesús Roldán, subdirectora de predicción climática de del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) explica que en el país se han elaborado diferentes planes de acción y que ya existen políticas públicas para la gestión de riesgos. “Lo que hay que mejorar es el traslado de estos a los planes locales, porque los mecanismos nacionales ya existen”.
Giraldo es optimista con el plan de acción del próximo lustro en la región, anunciado por el secretario general de Naciones Unidas en la COP 27 para garantizar que cada persona esté protegida por sistemas de alerta temprana dentro de cinco años. Este esfuerzo estará liderado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Con una inversión inicial de 3.100 millones de dólares. “Esta estrategia tiene cuatro pilares de trabajo que nos permite anticipar eventos como tormentas, olas de calor, inundaciones y sequías”, explica Giraldo, quien participará el 30 de enero en Jamaica en la implementación del mismo.
Por otro lado, se han creado Mesas Técnicas Agroclimáticas (MTA) en 11 países de la región (Honduras, Colombia, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Panamá, Paraguay, México, Ecuador, Perú y Chile). Estos espacios de diálogo permiten integrar a múltiples actores (agricultores, científicos, academia y representantes del sector público y privado) para mejorar la toma de decisiones. Actualmente, existe una red de 64 MTA, 420 actores participando activamente y 500.000 agricultores accediendo a esta información. “Son parte de la estrategia regional para la gestión del riesgo de desastres en el sector agrícola y la seguridad alimentaria y nutricional”, explica por correo la experta.
¿Es el cambio climático lo que está detrás de El Niño y La Niña?
Una de las cosas que aclara Franklin, del Ideam, es que en países como Colombia el tiempo anual aún está más determinado por la variabilidad climática e interanual, asociados a los eventos de El Niño y la Niña, que por el cambio climático global. Por ejemplo, mientras organizaciones meteorológicas internacionales han clasificado a 2022 como uno de los cinco años más cálidos desde que hay registro, en Colombia se trató de un año normal, sin mayores anomalías en cuanto a su temperatura. Y es que la temperatura que sentimos se da por una mezcla de factores que varían a nivel más local.
En cuanto a la relación que hay entre el cambio climático y este tipo de fenómenos, lo cierto es que la ciencia no ha llegado aún a un consenso. A pesar de que informes como los del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) señalan que eventos como El Niño han tenido mayor fuerza, magnitud y frecuencia desde 1950, no se sabe si esto está relacionado con el cambio climático provocado por las actividades humanas. Lo que sí advierte este panel de expertos en su último reporte es que la variabilidad de las lluvias relacionadas al Niño y la Niña se puedan amplificar después de 2050 en escenarios donde no se reduzcan drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Fuente: El País