Por Juan Jofré
¡Y llegué hasta la tercera crónica!
Aunque no lo crean, me pasan cosas locas como que amigos que están más locos de “mundialitis” que yo, me tiran temas, datos, cosas curiosas, críticas y análisis futboleros.
Así que, en las columnas que siguen, aparecerán seguramente ideas de otra gente, que obviamente no citaré textual como a mi amiga Nacha, que me dio la idea de robar ideas.
Y ya que estoy haciendo lo que se me antoja, voy a dedicar la columna a la mujer que amo y me aguanta. Para Emilia: feliz cumpleaños.
El inicio y el saludo encajan en la columna de hoy, porque voy a hablar de la mentalidad y las emociones, con un mechadito de cosas que va dejando el mundial.
Cuando lo vi a Aimar, uno de mis ídolos del futbol hermoso, descargar y explotar al mismo tiempo que nuestro 10 gritaba desaforadamente y como nunca un gol, sentí que mi sensación de desahogo, la de mi hijo, hermano y padre con quienes vi el partido, también era el desahogo de ellos, y probablemente el de todos.
Es que cuando no te salen las cosas, el tiempo se vuelve enemigo y la cabeza “se te traba”. No encontrás en tu interior ni las ideas ni los ánimos para volver a intentar.
En otro momento hablaré de las contradicciones que atraviesan al fútbol como espectáculo, pero aquí me detendré en la contradicción principal que tiene como juego. Se llama fútbol porque lo llamaron “foot ball”, pie balón, o balón pie, indicando desde su nombre que la gran diferencia con otro juego es que se juega con el pie. Pero he aquí la contradicción, porque al futbol se juega con la cabeza.
Aquí si robo y cito. El gran Johan Cruyff, defendía esta idea con frases como la siguiente: “para muchos, el futbol se juega con los pies. Para mí, se hace con la cabeza y se usan los pies”.
Es que la cabeza, o mente, o todo nuestro aparato de pensar y sentir, se utiliza para estudiar el juego, para mirarlo y comprenderlo, y para tomar las decisiones correctas.
Pero también para manejar nuestras emociones, que son las que mueven a las personas. O a veces, las dejan quietas, paralizadas.
A veces, nuestra cabeza genera o encuentra las esencias motivadoras y nos manda a intentarlo de nuevo con énfasis. O “poner huevo” como le decimos popularmente.
Cuando somos valientes, osados, lanzados, o cuando vamos con garra a recuperar la pelota, estamos movidos por esas buenas emociones.
Pero a veces, las emociones nos demuestran que son las más fuertes, y que son las que mandan, y nos bloquean. Se vienen los miedos y recuerdos negativos, junto con los pensamientos pesimistas y entonces ahí… aparece el genio, aparece ese pequeño cuerpo rosarino, que de su talento hace brotar un zurdazo esquinado, con la perfecta combinación de fuerza y precisión y rompe todo, y nos hace saltar, gritar, abrazarnos como seres absolutamente irracionales atrapados al 100% por nuestras emociones alegres.
Y el gran Pablito Aimar lloraba y oxigenaba. Y lloraban los iraníes que luego de una derrota de vergüenza dieron un golpe por tener la cabeza en compromiso y con esperanzas hasta el final del partido.
Y lloraban abrazados los “ticos” de Costa Rica al darle un golpe de sorpresa a Japón que venía de dar un gran golpe de sorpresa.
Y llorábamos todos junto a los jugadores de Marruecos que luego de lograr una histórica victoria ante la Bélgica “vieja”, se abrazaban con sus madres, mujeres sufridas, de historias de sacrificios y renuncias, que estaban ahí porque sabían que esa presencia es motor de emociones positivas que sus muchachos supieron transformar en un partidazo.
Emociones nos dieron los africanos de Ghana y Camerún, a quienes el mundo entero les reclamó esa rebeldía, picardía y alegría que siempre los caracterizó. Hicieron 3 goles cada uno y nos regalaron unos hermosos shows.
Claro que los pies juegan. El talento, la precisión, la técnica, las horas de práctica y perfeccionamiento hacen la diferencia, con las decisiones que nuestra cabeza toma motivada por las emociones que nos activan.
Para el ejemplo de esto podríamos decir que la mayoría de los que hemos jugado al futbol, alguna vez intentamos una bicicleta y darle con chanfle al segundo palo, pero a esa gran mayoría se nos sale la cadena o se nos pincha la rueda; no como a Enzo Fernández que se la colgó al ángulo del memo y nos deja soñando unos días con la compañía incomparable de la ilusión.
Por si ese ejemplo no alcanza para ilustrar que la cabeza manda y que el cuerpo a veces ejecuta bien y otras no tanto, hablaré del regreso de los viejos 9. Ese centro delantero, más potente que hábil, propenso a no tocar la pelota en todo el partido y darle destino de red a la única que le quedó en el área.
Bianchi alguna vez definió a Palermo, un 9 de este tipo, como el “optimista del gol”, justamente porque el “Virrey” sabía que la mayor virtud de ese goleador era su empecinado pensamiento de “alguna me va a quedar”. Esa persistencia nos llevó al mundial 2010, por ejemplo.
Esa persistencia hizo que el gran partido entre Alemania y España, tuviera goles de 9 clásicos, que arrancaron en el banco, porque esas dos naciones practican un juego moderno, donde los delanteros deben moverse más y tener mejor trato con el fútbol.
Podría ser esto una paradoja o una nueva contradicción, ya que ambos equipos intentaron por otros medios, pero solo lograron el grito sagrado, cuando a Morata y a Fullkrug les quedó una en el área y a festejar señores.
Vuelvo a remarcar que no solo hay que sentir y pensar sino también tener la técnica para ejecutar correctamente.
Porque yo, como varios de los que leen, hemos creído ser 9 clásicos y hemos errado más goles que amores.
Solo Brasil, Francia y Portugal llegarán con sus mentes más tranqui a la última fecha que comienza mañana. El resto, deberemos trabajar sobre el manejo de emociones, la toma de decisiones y las ejecuciones precisas, para poder seguir viviendo el mundial desde adentro.
Vamos con la fe, la esperanza y la ilusión!! Vamos Argentina!!!
El fútbol globalizado: jugadores de diferentes nacionalidades jugando para países donde no nacieron
Una respuesta
Simplemente EXCELENTE Juanito